martes, 8 de septiembre de 2015

Visita al Restaurante Churrasco y su Bodega

Francesc, María y Ángel
 El pasado sábado, 5 de Septiembre, tuvimos la oportunidad de visitar el Churrasco, en la Judería: Francesc, María y yo. Francesc es uno de los miembros más activos de verema, una de las páginas de internet más activas, por número de usuarios, al mundo del vino y la gastronomía en general.  Además, él tiene familia en Montilla y hace gala de divulgar los vinos de Montilla-Moriles en la red, y en Barcelona en particular.

De la mano de Angel González,  profesional del Churrasco, Presidente de la Asociación de Sumilleres de Córdoba y excelente divulgador de los vinos de la tierra, y de José, entramos en la Bodega del Churrasco. Una estancia formada por tres casas que están a continuación de  la casa que ocupa el propio restaurante, y que termina en la casa del Hotel El Churrasco, un lugar con verdadero encanto.


Debido a la situación de las casas, en el barrio de la Judería de Córdoba, están repletas de historia, de restos arqueológicos, y por el sótano y parte de sus muros discurre o discurría la muralla romana de la Colonia Patricia Corduba.

Lo que se encuentra a la derecha de la entrada son las pilas y los fogones, y a su izquierda una fila de botas con fino de la Bodega Navarro. Es una delicia la mezcla de columnas con botas y en cada rincón se puede encontrar la huella de los antiguos moradores, que dejaron sutiles rincones en casas donde el espacio parece que se diseñó para la tranquilidad y el descanso.
Francesc y un servidor catando el fino
Se probaron el fino (de sólo 2 años en bota en Navarro) y después se mantiene sin correr las escalas en el Chrrasco. Es un fino sencillo, muy refrescante, agradable y de fácil trago con el fin de que los clientes se acerquen al fino, que les es dado como copa de cortesía. El PX es denso, oscuro, dulce. Allí sugerí el preparar el Fiti (mitad PX y fino) que hace aún más ligero acercarse al fino, diluyendo de paso el azúcar del PX: a María sí que le apeteció.

La copa de vino parecía acompañar a las explicaciones de José sobre la historia de las casas.
Esta Casa Bodega sirve para reuniones privadas y no abiertas al público. La mesa redonda numerada con hasta diecisiete comensales.
El olor de esta habitación: a madera, a barniz viejo nos recordaba la casa de los abuelos, en mi caso en la casa de mi abuelo en el pueblo. Olores finos, absorbentes, nobles.


Aprovechando una antigua cisterna romana, para acumulación de agua y de la que queda el conducto de agua, se sitúa la muy surtida bodega del restaurante. La sala, ya fresca, ahora acondicionada mantiene la temperatura de una colección de vinos con referencias históricas. Sobre todo son vinos riojanos, de los que se conservan añadas de mucho interés.




Para rematar pasamos al restaurante, que a las dos, estaba ya bastante concurrido, lleno el patio y en la sala que nos acomodaron, se fue también llenando. 
Tomamos gazpacho blanco, frío, en su temperatura, muy sabroso. Con su guarnición, de manzana blanca y uva pasa.

De bebida, agua y más fino.

También salmorejo con berenjenas fritas, bien grandes para que sirvieran para embardurnarlas de salmorejo. Ellos no conocían esa combinación. Les parecía muy original y deliciosa.
A mi parecer el salmorejo estaba poco ácido, o por los tomates o por falta de vinagre si los tomates no dieran la talla en ácido.

En este punto, en el que nos implicamos en disfrutar de la comida, se nos olvidaba hacer las fotos cuando el plato llegaba. 
Porque falta el plato de rabo de toro, que lo engullimos sin dejar recuerdo.

En el plato de entrecot, volvía a pasar como con las berenjenas y por poco se pasa el momento de que se pudiera hacer una foto decente.
La carne estaba hecha en el punto de costra y muy roja por dentro. Pura mantequilla, una caricia. Sé que este tipo de asado, a ciertos comensales les puede resultar desagradable, pero al menos hay que probarlo una vez. En mi caso, es cómo me gusta la carne, y a mis dos acompañantes.

De  beber: oloroso, y a demanda, como se puede observar.

Los postres, tampoco estuvieron nada mal.
Por ejemplo, leche frita y helado de avellana con canela.




Esta fue mi elección, la tarta de queso; curiosamente sabía a queso, estaba algo salada y no a leche condensada que es como normalmente se sirve. 
Disfruté con esa tarta.
La cuenta total, 86 euros, a menos de 30 por cabeza. No es económico, pero la calidad precio justificada. Quizás el rabo de toro era el plato más flojo.
Pero de sobra nos pareció una bicoca por la excelente visita que tuvimos la suerte de realizar en la Bodega del Churrasco.














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