martes, 24 de mayo de 2016

Cenando en la Cuchara de San Lorenzo

La Cuchara de San Lorenzo es uno de los mejores restaurantes de esta ciudad. Situado cerca de la iglesia del mismo nombre, es un local con unas pocas mesas, decoración sencilla y ambiente desenfadado y agradable, y ante todo muy bien atendido. Lo regentan dos hermanos, Francisco en la cocina y Narciso en la sala.
ventresca de atún
Por cierto, que en un comentario de Paco Morales, el del restaurante Noor, se mencionaba los diez sitios que él prefería para tapear y comer: y entre ellos estaba la Cuchara.

La cocina queda a la vista y el trasiego del personal de cocina y sala apenas es perceptible, apenas ruidos, muy bien.
carpaccio de atún con helado de wasabi
Si uno repasa los comentarios en la red sobre este restaurante, sobresale su regularidad: siempre se come bien. 

 Fuimos en total ocho a cenar y coincidía que empezaba la temporada del atún. Y muchos de los platos pedidos eran a base de distintos cortes del pez. Pero como se puede observar en las fotos, aparte de la frescura del producto, la presentación era muy cuidada.

carpaccio de gambas con salmorejo coral
Los platos de atún muy suaves y sabrosos, supongo que es lo normal cuando la materia prima es así.
El compañero Raúl de la Asociación de Sumilleres también colgó unas fotos de cuando comió en la Cuchara, y reconocí de momento los platos porque eran idénticos a los que aquí se han subido.

Este plato de gambas me pareció realmente exquisito, tan suave y delicado que la próxima vez que vaya me pediré uno para mi, para disfrutarlo aún más. 


ensalada de foie y jamón de pato con pera


Otros, también muy bien elaborados, no me parecieron tan exclusivos o diferentes. 
La ensalada de foie y pato le faltaba algo para ser una combinación superior. 


Patatas muy bravas








Las patatas minibravas muy bravas, eran un bocadito tan sencillo, con la patata hervida y con su piel y luego fugazmente pasada por aceite, que le hacen a uno decir: esto lo hago en casa, a ver si me queda igual de bien. 







Corona de rape con arroz negro


Pasamos después a dos platos con arroz negro. Esta preparación del arroz es una de mis preferidas. Tiene que estar en su punto de hervor, sabor y que no se coma a lo de más.
Este hecho con rape, era suculento; mientras no tanto el arroz negro con tiras de calamar. 



Manitas de cerdo con foie



Las manitas fueron quizás lo mejor de la cena: no había probado algo similar. Realmente delicadas en boca y sabor.

Es de los platos en los que te arrepientes de tener que compartir.



Torrija con sopa de coco y helado de canela


Los postres, a los que no soy gran aficionado porque lo excesivamente dulce no me atrae, no me parecieron a la altura de los platos anteriores.
La torrija sí que superaba a los otros: churros a mi manera y crema broule con avellanas y peta zetas.





En cuanto a los vinos. Tenían una buena carta y a buenos precios, pero no del todo sobresaliente. He de puntualizar que me sorprendió el precio de los vinos blancos, que sobrepasaban el ratio de los vinos tintos. Así, un Pétalos costaba 23 euros mientras que el joven blanco Dos Claveles de Toro Albalá salía por 15.
Eso sí, el vino de la casa, el Penta de Pago del Vicario salía por 14 euros.
Pero creo que ese es una cuestión aún por resolver en muchos locales.


El precio por persona fue de 30 euros. Visto lo visto y comido lo comido, consideramos que estaba muy bien en cuanto a su calidad y variedad.















Y aquí, el grupo al completo celebrando que Benito y Carmen ya habían terminado de exhibir su patio en el Concurso de Patios de Mayo en Córdoba.
 







jueves, 12 de mayo de 2016

Taberna Viana. ¡Y cómo llueve en Mayo!

 Llueve ahora que no para. Y es por un frente frío que ha chocado con la zona cálida que estábamos disfrutando. Todo tiene su aquél. 

Cuando subo la carretera de la sierra y veo el campo con su verdor: el pasto, las flores de mil colores, que se combinan primorosamente… Se comprende la fuerza de la primavera. 
Y cuando uno llega a la parcela y se encuentra con un jaramagal lleno de hierbajos, malas hierbas, todas llenas de flores con sus semillas de darán lugar a nuevas malas hierbas. ¡Qué diferencia de concepto!

Bueno, pues en eso estábamos que quedamos en la Taberna Viana, la cual está estratégicamente situada enfrente del Palacio de Viana. Todo turista que sale de allí se encuentra esa pequeña taberna en la que sirven raciones a buen precio.

Pero debo aclarar que los turistas son los grandes recibidos, ya que disponen sólo de cuatro mesas dentro y una pequeña barra.



MM y GP llegaron antes y no fueron bien recibidos ya que no había sitio dentro, y tampoco es de recibo ocupar una mesa para tomar una cañita o una copita.
Llegué con la bici y dispuesto a luchar contra los elementos, convencí a duras penas a que se quedaran fuera, bajo los toldos, y junto a la entrada del Palacio.
Por cierto, qué bonito era el paraguas de MM.

Y fue uno de los días más divertidos, porque pronto empezó a llover y para sorpresa nuestra, además de las patatas fritas o aceitunas de rigor, el camarero empezó a traer panera y cubiertos envueltos en servilletas. Pero no nos extrañó.
A esas que pone en la mesa un buen plato de patatas bravas: me extrañé, yo solo, pero sin más empezamos a comer. 

Bueno, el camarero vuelve y se disculpa porque era para una pareja de italianos que estaban al lado. Como ya estaba en parte comido, nos lo quedamos y tras las risas y comentarios en italoespañolo, pedimos media de rejos o patas de calamar. Este plato era más bien escaso, y con la lluvia y las goteras, apenas si disfrutamos.

El fino era de Doblas, sin filtrar, y bien, se dejaba beber, pero rápido por la lluvia. Como se puede comprobar la copa tení mucha humedad añadida.

Tras la tertulia e improperios por no habernos ido a otro sitio más cómodo y seco, llegamos a la conclusión de que se estaba muy bien enfrente del Palacio, disfrutando de un día primaveral. 



Los patios con sus flores son los que más están padeciendo tanta humedad a raudales, aunque cuando sale el sol todo verdea que es una delicia.

La cuenta bien, arregladita. 22,5 euros por cuatro cervezas, seis medios, media de bravas (creo que era una entera, por el tamaño) y media de rejos.

Mirando en internet sobre esta taberna se encuentra uno con comentarios parecidos a los que se reflejan aquí. Y espero que cambien pronto de rumbo y se consoliden porque el sitio que tienen es muy hermoso y bien aprovechable si se da servicio de calidad.


Por cierto, tenían una buena carta de vinos blancos, la mayoría generosos, de Montilla-Moriles y de Jerez.















miércoles, 11 de mayo de 2016

Cata de Cocteles Daki en Glacé

El lunes fuimos a catar Cocteles Daki en Glacé. ¿Daquí? Pues esa era la idea: sustituir el destilado original por vinos de Montilla-Moriles. Y eso lo hizo José Ropero en su local de Glacé en Escultor Fernández Márquez.
Reconozco que es la segunda vez que voy al Glacé, la primera fue hace tiempo y a tomar una cerveza una noche de verano calurosa. Y es que no soy de combinados, no me gusta la X-Cola, y tan sólo disfruto de una buena copa de brandy o tequila reposado en las tardes de invierno, de sobremesa.
Pero en esta ocasión sí que disfruté con los combinados especiales que preparó. Es visualmente una delicia el contemplar los movimientos, casi de ritual, con que se prepara un combinado. Para quien quiera vez en funcionamineto a Jose, sólo tiene que pinchar aquí.


Como me decía Jose Manuel, desde aquí mi enhorabuena porque Noor ha captado un muy buen profesional, el tomar una copa en un sitio como Glacé, no es sólo la copa en sí sino su preparación, que es también hacernos disfrutar de la maestría del barman o bartender. Por cierto, el palabro bartender significa tendero del bar, el que está detrás de la barra del bar. Y ya que me pongo quisquilloso con las acepciones inglesas, aceptadas o usadas en nuestro idioma, aquí viene el enlace de lo que dice la Real Academia en su Diccionario Panhispánico de Dudas.

Empezó por un Sherry Cobbler, una especie de ponche y que con el tiempo se ha prolongado y derivado en rebujito. En este caso se hizo con vino joven Montilla-Moriles, tónica ginger ale y hierbabuerna.
Joaquin Morales se encargó de combinar/maridar/armonizar con degustaciones escogidas por él, los combinados. En este caso un remojón: naranja, bacalao ahumado y buen aceite.



Las explicaciones y actuación de Jose eran seguidas con interés.








 
Aviation Daki es el nombre asignado a esta copa.
Clara de huevo, fino (en vez de ginebra), sirope de violetas y de azúcar.

Resultó en exceso dulce y combinaba a duras penas con el ceviche de lubina y cilantro.
Aquí se inició el tema de si emplear maridaje o armonizar para definir la combinación de bebida y tapa.





Mojito, sin ron, y sí con vino de tinaja.

Acompañado de tostas de jamón ibérico, foie y gelatina de PX. Muy rico el plato.
















Amontillado old fashion, que originalmente debería llevar bourbon o güisqui, él le puso amontillado.

Una de las combinaciones más acertadas.

Y el risotto que acompañaba.










Después el Negroni, con oloroso en vez de ginebra. 

Por mucho que nos dijera que es una bebida italiana que está de moda, era demasiado amarga para la mayoría. 

La hamburguesa de carrillada de buey apenas podía con el amargo. Quizás un plato más dulzón hubiera ido mejor.








Por último, el Mint Julepez.
Este llevaba amontillado y PX.
 Con dos capas de sabor diferenciadas, también muy rico.

Joaquin se dejó caer con unas delicias de chocolate y naranja, exquisitas.

Feliz término a una cata sorprendente y diferente. Los que más gustaron fueron el rebujito, el old fashion, el mojito y el Julepez. O sea, que hubo gustos para todos. El Negroni, raro, pero a alguno le cuadró.







Y se puede ir al Glacé a probar otras cosas. En una de estas me pasaré con los amigos por allí. Seguro.













martes, 10 de mayo de 2016

Qué sorpresa de vinos ecológicos. Concurso Ecoracimo 2016


He de decir que he probado en bares alguna vez vinos ecológicos, aparte de los vinos montillanos de Robles y Marenas, y a veces me han defraudado, quizás las más de ellas porque me han parecido en exceso rudos o amargos. Con exceso de extracción de polifenoles, como para compensar o mostrar la fuerza de la uva.
Pero hemos tenido ocasión de probar recientemente algunos vinos ecológicos participantes del Concurso Internacional de vinos Bio Ecoracimos 2016, celebrado recientemente en Córdoba, y nos han sorprendido sobremanera. Vinos delicados, con carácter, pero al nivel de lo que buscas en ellos. Otros están en la línea de excesiva extracción, mucho cuerpo, que les hace duros en boca.

Idrias, rosado variedad Merlot 2015, de la bodega Sierra de Guara (DO  Somontano). 

 

















 Vino de color rojo frambuesa intenso, vivo con ribetes muy brillantes. En nariz es agradable, fresco, y destaca por aromas a frutas rojas maduras. En boca es intenso en sabor, se notan sus 14º, algo dulzón, con retrogusto a frutas y especias. Sin apenas amargor. 

Sabroso y buen acompañante de una corvina horneada a la sal. 





Gamellón, tinto variedad Monastrell 2015, 14,5º. Bodegas Luzón (DO Jumilla)





Un tinto de mucha intensidad de color, prácticamente opaco, con ribetes violáceos. Nariz a fruta roja madura, y ligeros tonos a flores y minerales.
Es un vino, como otros monastrell, que se van abriendo poco a poco, hay que darle tiempo: empezando por olor a reducción, después fruta y flores.
En boca se presenta con mucha calidez, intenso, notas amargas. Robusto, sin concesiones.










Sancha Pérez, Merlot-Petit Verdot 2013, Conil de la Frontera (Cádiz), crianza en roble francés.



















Un tinto que me ha sorprendido por su finura.
De color picota, intensidad media-alta. Con estas variedades se obtienen vinos muy vivos e intensos de color, en este caso no.
En nariz es muy intenso: a frutas rojas, que después tornasn a especiados, mentolados, aceitunas negras.
En boca es muy agradable, ligero y fresco, con los taninos muy pulidos. Rico de verdad.
Armonizó con clase la carne de secreto ibérico a la plancha. 

Valcaliente 2013, de Bodegas Ruiz Jimenez (DO Rioja). 100% graciano. Criado en huevo de hormigón.
Otro vino que me ha sorpendido. Muy intenso de color. Aromas muy finos e intensos a moras, hierbas, todo muy bien integrado.
En boca es suave, fresco, ácido, una delicia en boca. Eso sí, sin apenas astringencia. Tiene unos pocos meses de barrica, que apenas se nota. 
 No había probado hasta ahora el efecto de ese ánfora especial que resaltan en la etiqueta: huevo de hormigón. Pero creo que mejora y mucho el sabor del vino. 






 
De la misma bodega, hemos catado el tinto Pago de Valcaliente, reserva 2011, con Tempranillo y Graciano.
Un tinto que precisa de aireación para que se abra y dé toda su expresión.
Es frutal, a fruta roja y negra, y en boca está muy bien conjuntado tanto la acidez, retrogusto y taninos. Quizás la única pega que es de los vinos que quieres más persistencia en boca; es un vino muy equilibrado. 

Los dos vinos de esta bodega riojana nos han gustado mucho.




  



 Y por último, de la bodega granadina Méndez Moya 2011, tenemos el 100% tempranillo. 21 meses en barrica. sin corrección de acidez. 
La finca se situa en la zona del Altiplano de Sierra Nevada, a más de mil metros de altura.
El tinto está algo evolucinado, con aroma a frutas, y guindas en licor y al final, aromas ya terciarios. En boca es dulzón y cálido. Sin apenas astringencia.
Creemos que le sobra estancia en madera.



martes, 3 de mayo de 2016

Taberna El Rincón del Gallo

 En la  calle Diario de Córdoba, la calle que continua desde Capitulares, se acumula ya un núcleo de bares y restaurantes aprovechando que es una zona céntrica y de paso a la Ribera, a Plaza de la Corredera y a las Tendillas. Y como tal zona de paso, también lo es de vehículos.
En el caso que nos ocupa hoy, la Taberna El Rincón del Gallo, está al lado de una parada de autobuses y por tanto, el ruido es alto.

Hay que decir que acudimos a esta taberna pensando que era una nueva apertura de la taberna del Picoteo del Gallo, tanto es así, que el subtítulo de esta es Taberna de Picoteo. Pero la dueña nos dijo que se trataba de un local sin relación con los otros.

El interior se encontraba decorado para las fiestas de las Cruces de Mayo, si bien no había personal dentro, a pesar del ruido de la calle. ¿Razón? La música de sevillanas estaba muy alta dentro de la taberna, tanto que afuera era también molesta la música, al menos para nosotros. Le dijimos al amable camarero que bajara la música; él nos contestó que era un reclamo para los turistas. Le contestamos que a los turistas la música alta no les atrae, y a un tono más bajo quizás; es posible que el ruido musical ambiente atraiga a los jóvenes. En nuestro caso y supongo que la mayoría, acudimos a los bares y tabernas por su servicio y calidad y no por la bulla, al menos en Córdoba.

Todo esto viene a cuento de que algunas cruces de mayo se han convertido en una barra o caseta. Tanto es así que decidimos después ir a visitar alguna cruz por la zona der San Agustín. Los jóvenes se guían por el ruido ambiente, y vaticinan que allí donde había música alta habría marcha. Llegamos a la cruz del Pocito, una preciosa cruz, con su barra y muy animada, pero sin música. Es decir, que la música alta es un reclamo para algunos, afortunadamente.

Siguiendo con lo que nos ocupa: la visita  a la Taberna del Rincón del Gallo.
El vino fino que tenían era el de Doblas, como siempre fresco y cambiante. A mi no me disgustó, a los compañeros les pareció más acetónico de la cuenta. Pero se dejaba beber. En cada consumición, traían un aperitivo, lo cual es de resaltar y agradecer.


Para redondear la tertulia pedimos la ración de ensaladilla, en este caso de marisco. Un buen plato, y como se ve en la nota, a buen precio. Tenían un buen surtido de platos y medias raciones.

En resumen, un buen local para estar por una de las zonas de paso más animadas de esta ciudad, y con su gracia y cuidado de la decoración; pero que en nuestro caso, el ruido de la música distorsionó algo la visita.