Ya han pasado por la Asociación de Sumilleres de Córdoba cuatro jovenes pujantes de Jerez: Armando Guerra, Ramiro Ibañez, Alejandro Narvaez y ahora Willy Perez.
¿Cuatro? Y habrá muchos más. Debe ser un placer estar una semana alrededor de ellos, oyendo, yendo de acá para allá, aprendiendo y sintiendo el empuje de lo nuevo, y bien hecho.
Hijo de Luis Pérez (enólogo que fue de Domeq y catedrático en el grado de Enología en Cádiz), y con la historia familiar alrededor del vino, el proyecto que tienen es conocido por muchos por el tinto Garum. La plantación comenzó en 2002 y emplearon variedades foráneas, como Petit Verdot, Syrah, y ya en 2011 plantaron la Tintilla, de Rota. Aparte de Palomino y Pedro Ximenez a las que se dedica la mayor parte de Jerez.
El comentó que se han perdido al menos 43 variedades autóctonas andaluzas, y algunas se trata de recuperar en el Rancho de la Merced en Jerez.
En la cata coloquio monologo de Willy se refirió a la historia de los gremios de Jerez en 1750, antes de la llegada de Juan Haurie, y que inició la saga d Domeq: viticultores, bodegueros, almacdenistas. El rompió los esquemas haciendo piña con otros y enfrentándose al Duque de Medina Sidonia, con el fin de hacer ellos todo el proceso. ¿Con qué fin? Como conocían los terrenos, cómo hacer vino, cómo venderlo, envejecerlo, para sacar el máximo de rendimiento económico. Según estudios historicos, en Cádiz comenzó el capitalismo antes que en Manchester.
Para quien le interese, Willy y Ramiro han escrito y está a punto de sacar el libro Las añadas en el Marco de Jerez -Los sobrinos de Haurie-.
Porque se han leido todo lo que ha caido en sus manos sobre los vinos de Jerez y la historia que los rodea.
A modo de resumen anectorario:
Willly viajó a Australia para formarse en la vitivinicultura de climas cálidos, en los que los australianos nos ganan por goleada. La mejor zona es la de Barosa Valley y una finca de calidad superior es Tintilla State. Cuando volvió a Jerez, comprobó quee esos nombres se los puso un inglés que quiso aprender lo máximo de la enología de mayor prestigio en aquel ttiempo (1835), con Domeq: pagos de albariza de calidad, plantación en fincas controladas, podas, etc. Y resulta que los nombres anteriores hacen referencia a la playa de la Barrosa y a la Tintilla, que perduró en los terrenos arenosos de Rota del ataque de la filoxera. Y que en el siglo XX sólo conservaba una parcela la Bodega El Gato, en Rota, como un recuerdo, del que han cogido todos las yemas para propagar esta variedad.
Actualmente ellos recogen la uva en varios pases, algunos con vendimias nocturna: aclareo de uva verde (con unos 10º) para brandy; uva madura, para finos; aún más madura, para oloroso y sobremadura para dulces de Jerez o raya.
Antiguamente la clasificación era: Palma (fino)-Cortado-Raya (dulce)
Pasando a los vinos.
- El Muelle, del 2016, Pago Carrascal, Palomino fino, 14%.
Esta finca ya se recoge como viñedo en 1414; sí 600 años antes. Un blanco con mucha fruta y floral, eso sí más bien ligero en boca. Vino hecho con un 20% de uva asoleada para dar más grado al final.
Luis prepraró verduras con Setas y aliño Thai.
Muy armónico en boca, goloso.
- El Triángulo, del 2014, hecho con Tintilla del pago Balbaína, cercano a la costa, 14%.
Con fruta roja, un vino sencillo, 5 meses en barrica, con equilibrio y una fresca acidez: característica de esta variedad.
La cuñada de Antonio F. preparó unos exquisitos pimientos rellenos. A sus pies, señora.
- Tintilla, de una finca más calcárea y más altura que la anterior.
Un vino con 8 meses en barrica, más complejo, pero también ligero de persistencia en boca. Al tener la fermentación un 20% de racimos enteros, el vino es más afilado, más atlántico ya que recuerda a los vinos del norte.
Se tapeó con lomo de cerdo ibérico.
- Fino La Barajuela, del 2014. Pago El Corregidor. Uvas palomino recogidas en el tercer pase de vendimia, y con asoleo. El vino tiene 16%.
Fermentación en bota sin desfangar para que haya contacto de hollejos, semillas, resultando al final el vino naranja.
Con apenas crianza biológica. Un blanco con muchabfruta madura, más ácido, color atrayente al máximo (espectacular se podría decir).
Araceli nos deleitó con bocaditos de pringá de torreznos y bacalao. Ella decía que fue fruto de una casualidad, pero todos repetimos. Qué arte, Gensanta (como diría el Forges).
- Oloroso La Barajuela. Del 2013. Mucha concentración, uvas asoleadas, con las botas llenas dejando que la crianza oxidativa hiciera su trabajo. Con fruta madura, muy complejo. El vino hablaba por sí solo. Es el más cualificado de los vinos hechos en la bodega.
Una maravilla.
Pero quedaba más.
- Raya La Barajuela, 15,5%. un vino con aromas de dulzor. Willy dijo que tenía 4 botas y solo una de ellas terminó sin picarse, sabiendo que se la jugaba al no poner sulfuroso añadido en la fermentación.
Aromas a melocotón, cítrico, floral, en boca muy largo y sin emnargo, seco.
Un prodigio de saber cómo hacer las cosas.
En resumen, que actualmente la climatología pone a las variedades en un brete, y como pasa en Montilla-Moriles, en estas condiciones las variedades blancas son las que más dan de sí y sorprenden. O sea, que volvemos a los vinos de antes porque son los que mejor se adaptan al terreno y las levaduras autóctonas se lucen.
Que suerte tuvimos de catar sus vinos, y sobre todo de escucharlo.