miércoles, 28 de febrero de 2018

Disfrutando a tope con Willy Pérez de la vitivinicultura de ida y vuelta, y sus vinos

Quien sabe sabe, y si además lo comunica tan correctamente a la audiencia como lo hizo en la última cata Willy Perez, queda una sensación de haber participado de una noche especial hablando y catando los nuevos vinos de Jerez.

Ya han pasado por la Asociación de Sumilleres de Córdoba cuatro jovenes pujantes de Jerez: Armando Guerra, Ramiro Ibañez, Alejandro Narvaez y ahora Willy Perez.
 
¿Cuatro? Y habrá muchos más. Debe ser un placer estar una semana alrededor de ellos, oyendo, yendo de acá para allá, aprendiendo y sintiendo el empuje de lo nuevo, y bien hecho.

Hijo de Luis Pérez (enólogo que fue de Domeq y catedrático en el grado de Enología en Cádiz), y con la historia familiar alrededor del vino, el proyecto que tienen es conocido por muchos por el tinto Garum. La plantación comenzó en 2002 y emplearon variedades foráneas, como Petit Verdot, Syrah, y ya en 2011 plantaron la Tintilla, de Rota. Aparte de Palomino y Pedro Ximenez a las que se dedica la mayor parte de Jerez. 
El comentó que se han perdido al menos 43 variedades autóctonas andaluzas, y algunas se trata de recuperar en el Rancho de la Merced en Jerez.

En la cata coloquio monologo de Willy se refirió a la historia de los gremios de Jerez en 1750, antes de la llegada de Juan Haurie, y que inició la saga d Domeq: viticultores, bodegueros, almacdenistas. El rompió los esquemas haciendo piña con otros y enfrentándose al Duque de Medina Sidonia, con el fin de hacer ellos todo el proceso. ¿Con qué fin? Como conocían los terrenos, cómo hacer vino, cómo venderlo, envejecerlo, para sacar el máximo de rendimiento económico. Según estudios historicos, en Cádiz comenzó el capitalismo antes que en Manchester.

Para quien le interese, Willy y Ramiro han escrito y está a punto de sacar el libro Las añadas en el Marco de Jerez -Los sobrinos de Haurie-.
Porque se han leido todo lo que ha caido en sus manos sobre los vinos de Jerez y la historia que los rodea. 
A modo de resumen anectorario: 
Willly viajó a Australia para formarse en la vitivinicultura de climas cálidos, en los que los australianos nos ganan por goleada. La mejor zona es la de Barosa Valley y una finca de calidad superior es Tintilla State. Cuando volvió a Jerez, comprobó quee esos nombres se los puso un inglés que quiso aprender lo máximo de la enología de mayor prestigio en aquel ttiempo (1835), con Domeq: pagos de albariza de calidad, plantación en fincas controladas, podas, etc. Y resulta que los nombres anteriores hacen referencia a la playa de la Barrosa y a la Tintilla, que perduró en los terrenos arenosos de Rota del ataque de la filoxera. Y que en el siglo XX sólo conservaba una parcela la Bodega El Gato, en Rota, como un recuerdo, del que han cogido  todos las yemas para propagar esta variedad.
 

Actualmente ellos recogen la uva en varios pases, algunos con vendimias nocturna: aclareo de uva verde (con unos 10º) para brandy; uva madura, para finos; aún más madura, para oloroso y sobremadura para dulces de Jerez o raya. 
Antiguamente la clasificación era: Palma (fino)-Cortado-Raya (dulce)

Pasando a los vinos.
- El Muelle, del 2016, Pago Carrascal, Palomino fino, 14%. 
Esta finca ya se recoge como viñedo en 1414; sí 600 años antes. Un blanco con mucha fruta y floral, eso sí más bien ligero en boca. Vino hecho con un 20% de uva asoleada para dar más grado al final. 
Luis prepraró verduras con Setas y aliño Thai.
Muy armónico en boca, goloso.

- El Triángulo, del 2014, hecho con Tintilla del pago Balbaína, cercano a la costa, 14%. 
Con fruta roja, un vino sencillo, 5 meses en barrica, con equilibrio y una fresca acidez: característica de esta variedad.
La cuñada de Antonio F. preparó unos exquisitos pimientos rellenos. A sus pies, señora.
 
- Tintilla, de una finca más calcárea y más altura que la anterior. 
Un vino con 8 meses en barrica, más complejo, pero también ligero de persistencia en boca. Al tener la fermentación un 20% de racimos enteros, el vino es más afilado, más atlántico ya que recuerda a los vinos del norte.
Se tapeó con lomo de cerdo ibérico.

- Fino La Barajuela, del 2014. Pago El Corregidor. Uvas palomino recogidas en el tercer pase de vendimia, y con asoleo. El vino tiene 16%.
Fermentación en bota sin desfangar para que haya contacto de hollejos, semillas, resultando al final el vino naranja. 
Con apenas crianza biológica. Un blanco con muchabfruta madura, más ácido, color atrayente al máximo (espectacular se podría decir).
Araceli nos deleitó con bocaditos de pringá de torreznos y bacalao. Ella decía que fue fruto de una casualidad, pero todos repetimos. Qué arte, Gensanta (como diría el Forges).

 - Oloroso La Barajuela. Del 2013. Mucha concentración, uvas asoleadas, con las botas llenas dejando que la crianza oxidativa hiciera su trabajo. Con fruta madura, muy complejo. El vino hablaba por sí solo. Es el más cualificado de los vinos hechos en la bodega.
Una maravilla.
Pero quedaba más.

- Raya La Barajuela, 15,5%. un vino con aromas de dulzor. Willy dijo que tenía 4 botas y solo una de ellas terminó sin picarse, sabiendo que se la jugaba al no poner sulfuroso añadido en la fermentación.
Aromas a melocotón, cítrico, floral, en boca muy largo y sin emnargo, seco.
Un prodigio de saber cómo hacer las cosas.

En resumen, que actualmente la climatología pone a las variedades en un brete, y como pasa en Montilla-Moriles, en estas condiciones las variedades blancas son las que más dan de sí y sorprenden. O sea, que volvemos a los vinos de antes porque son los que mejor se adaptan al terreno y las levaduras autóctonas se lucen.
Que suerte tuvimos de catar sus vinos, y sobre todo de escucharlo.











domingo, 4 de febrero de 2018

Boh, en la Plaza de San Miguel. Es agradable, cómodo, con buena música... y se come bien

El término Boh es una palabra italiana y que significa qué sé yo, o ni idea.

Aunque es una palabra, que cualquier italiano sabe, para los de aquí, no nos suena más que una interjección rara. En cualquier caso, no entraríamos de primeras por su nombre de un restaurante italiano, ya que no tenemos idea de su significado.

Está situado en la Plaza de San Miguel, donde antes estaba un buen restaurante El Aguacero, y antes se han asentado bares o restaurantes de buen nombre y buena comida.

Sin embargo, quienes lo llevan es ya su tercer restaurante o bar: El Barón, El Otro y ahora, Boh.
Los dos primeros, se caracterizan por estar muy concurridos, una buena decoración y ambiente distendido. 

Este nuevo, Boh, parece otra cosa, con una decoración muy cuidada, buena iluminación, música ambiente agradable y un amable servicio.
Lo único que falta es comentar su comida italiana.
Es variada y está bien rica. 

En la carta con platos de ensaladas,  carrillada ibérica, abundan los puramente italianos, como risottos, ñoquis, etc., aparecían huevos fritos con trufa, y no nos pudimos resistir.


Las patatas fritas, algo gruesas, con piel, -me parece bien que se emplee la piel de la patata, tal como hacen la mayoría de los países consumidores de este tubérculo, excepto por aquí-, y los huevos en su punto. 
Quizás no encontré el sabor de la trufa, que últimamente veo como algo sublime en los programas sobre Italia. Será cuestión de echar más trufa.

De segundo pedimos una de las sugerencias del día: lasaña boloñesa. Los que parece en el plato es la cuarta parte. 
Con su berenjena, carne, queso y pasta. Muy bien hecha.

Y ya no pedimos más, porque había que almorzar en casa. Pero volveremos, seguro.

En cuanto a las bebidas, aparte de cerveza, pedimos una copa de tinto siciliano. Muy suave, similar a un Rioja de por aquí: los vinos italianos se caracterizan en su mayoría, por su agradable paso en boca, apenas astringentes.

Además como es nuestra costumbre pedimos vino fino. Tenían dos: Pérez Barquero en rama y Cancionero

Para llevar la contraria a los demás pedí el Cancionero. Este es un fino de los mejores de la zona.
Creo sin embargo que el vino de Perez Barquero era más bien un vino de ese grupo, con varias marcas, y posiblemente fuera un vino de tinaja por su sabor y falta de aromas de crianza biológica. Vamos, que no me gustó.
Eso sí, los vinos servidos en copas... oficiales de la Cata de Vinos de Montilla-Moriles. Una bonita copa, elegante y donde se puede saborear y catar los vinos correctamente.

Aunque nos quisieron invitar a Limoncello, no correspondía por lo comentado antes.

Y los dos platos, una copa de tinto, tres cervezas, y seis copas de fino, en total 29,5€.

Es decir, un bar del centro muy recomendable. 

jueves, 1 de febrero de 2018

Vinos de Forlong, modernos y diferentes, pero como los de antes.

Alejandro, Joaquín Morales y Bernardo Lucena
Alejandro Narváez y Rocío Áspera son los jóvenes propietarios de la bodega Forlong, situada en el Puerto de Santa María, siendo ahora el único lagar de los cinco que en su momento existieron en dicha localidad. Las bodegas se situaron en el Puerto como almacén y punto de partida para los embarques desde la bahía de Cádiz.

En la finca de Forlong, plantada con viña nueva en 2007, antes sólo había olivar, y antes de esto (en el siglo XVIII), viña y olivos llevados por un inglés de apellido Fourlong, de ahí su nombre.

Para la última reunión de la Asociación de Sumilleres de Córdoba, en casa de Joaquín y Araceli, se cataron varios vinos de Forlong y presentados por el propio Alejandro. Hay que decir que sus vinos se etiquetan como Vinos de la Tierra de Cádiz.

Actualmente tienen arrendadas varias fincas, ya repartidas por el Puerto o en las cercanías de Jerez, y algunas son ya propias. 
En todas ellas, quieren seguir unas prácticas ecológicas, y biodinámicas, en los que la cubierta vegetal juega un gran papel, ya que han comprobado que dicha cubierta equilibra la maduración de las uvas, si se hace de forma alterna en el cultivo (gramíneas o leguminosas) y alternando la cubierta a izquierda o derecha de la planta, para no producir un exceso de competencia entre el forraje y la viña.
Su idea es recuperar en lo posible antiguos modos de elaboración de vinos, entre ellos el empleo de tinajas de barro traídas ex profeso de una bodega de Cuenca, y que contaban con más de 100 años de antigüedad.





La cata fue divertida, ágil y sorprendente por los vinos catados. Y además, por las aportaciones culinarias de algunos miembros o de parientes muy próximos, por lo que la combinación de vinos y platos fue en algunos casos, memorable.


Un aspecto a destacar fueron las etiquetas de las botellas, algunas más acertadas que otras, aunque con la explicación de Alejandro de la intención que había en ellas, sorprendían aún más los diseños. 
Por ejemplo la etiqueta del blanco 80/20 es como una sirena pero al revés: pies de mujer y tronco de pez. Pero para mi que es como un pez que se ha tragado una muñeca, y no veo otra cosa.

Pasando a los vinos:




- Forlong 2016, con uva Palomino y Pedro Ximenez (12,5º). Un vino blanco en boca, suave, olor fruta fina, pera. Evoluciona muy bien en nariz, en boca es seco y algo amargo.

- Forlong 2017 80/20, con 100% palomino al que se añadieron hollejos de Pedro Ximenez. 
Es turbio en su aspecto, más oxidado que el primero, con una nariz a cítricos, a terpenos (como recuerdos a moscatel). En boca es muy refrescante, con notas de carbónico.

- El Amigo Imaginario (12,9º) elaborado con cepas viejas de Palomino (50-60 años) y con crianza de 10 meses en botas cerradas que contuvieron oloroso. Con una nariz cítrica, en boca es salino, complejo, notas especiadas, sin notarse la madera. 
Un vino blanco muy curioso, elegante, de clase.

 Gertrudis nos preparó una carne con frutos rojos, muy sabrosa.

- Rosado En el Pais de las Maravillas, del 2016, y hecho con Cabernet Sauvignon. Un rosado muy glicérico, ya que se fermentó lentamente, y haciendo bajar la temperatura hasta 11º. Con apenas color, ya que se maceraron las uvas solo una hora. 
Nariz leve, a manzana ácida. En boca es muy goloso.

Araceli nos preparó sus exquisitos calamares, que algún día cómo los hace. Ella dice que el secreto es cortarlos muy finos, pero seguro es algo más.

- Petit Forlong, un tinto con 15º y elaborado con Syrah, Merlot y Tintilla de Rota.
La vinificación se hizo en tinajas de barro, posterior crianza de 6 meses en las tinajas y 6 meses más en barricas de 2º año.
Un tinto con nariz a frutillas rojas, muy fino y rico en boca.

Aquí, Antonio nos deleitó con una carne preparada por su hijo: solomillo ibérico macerado, con jamón y panceta, y con cobertura de hojaldre. Una delicia gastronómica: hurra para el chaval.

- Tinto Tintilla 2015, (15º) con aromas muy limpios a frutos rojos. En boca es goloso, redondo, mucha capa. Elaborado en tinajas de barro y criado como el anterior.
Alejandro comentó la baja producción de la Tintilla y cómo consiguen la adecuada maduración fenólica. Un tinto muy bueno, joven y para atraer a todos los públicos. Creemos que será un tinto perseguido por los entendidos y amantes de los vinos agradables y profundos a la vez.

Alvaro nos obsequió con morcilla de Guadalupe (Cáceres), a la vez dulce y picante. Exquisita.

Y con las conversaciones con el bodeguero y los co mañeros nos despedimos hasta la próxima. 
Muy instructiva cata. 
¡¡¡Hay que ver lo que inventan y descubren estos jóvenes!!!