martes, 26 de marzo de 2019

Cata de Albariños con Pazo de Señorans

 David, el comercial de la bodega Pazo de Señorans, hizo una escala para mostrarnos vinos de su bodega, y por tanto Albariños de la DO Rias Baixas.

La bodega ocupa un histórico y precioso pazo en El Valle de Salnés, en Meis, provincia de Pontevedra. La bodega posee la mitad de las 50 Has. que maneja, y el resto son parcelas pequeñas de albariños emparrados. 

Tras comentar cómo la propietaria del pazo inició la elaboración casera de vino, para luego promover entre los viticultores la necesidad de agruparse bajo una denominación de origen, y llegar a ser la primera directora de la DO.

La variedad Albariño, por excelente acidez, ha permitido que los vinos de esta variedad envejezcan en los depósitos de acero, y que evolucionen sus notas florales y frutales situándose entre los vinos blancos nacionales con mejor prensa y valor.

Las fermentaciones se hacen con levaduras autóctonas.   En todo el proceso de elaboración incluyendo los trasiegos, movimientos de vino, se hacen empleando gas inertes.

Todos los vinos asombraron por su equilibrada, controlada, pero potente acidez y que gracias al trabajo con las lías hacía de los vinos una bebida refrescante, que en algunos casos llegaba hasta provocar la salivación. 

¡Suerte de contar con ese clima y esa variedad! 

Además en todos los vinos se apreciaba un ligero amargor al final, más notorio en algunos de ellos, por lo que la gama de sensaciones estaba asegurada.

Buenos vinos, bien hechos, con apenas notas de oxidación en el color de los vinos, a pesar de que se probaron vinos con varios años en depósito, o con varios años en botella. 

En cualquier caso, estas modificaciones en el envejecimiento del vino no afectaban a las notas aromáticas, de juventud, o frescor a los vinos.

Las notas que predominaban eran las de manzana verde, usando por pera, bollería, para los más jóvenes y en el último, un Albariño del 2001 que mostraba un fino aroma a mantequilla o lácteos.


Para placer nuestro, David nos realizó una cata vertical de los vinos de la bodega, 5 en total, comenzando en un joven del 2017 y terminando con un magnum del 2001 (del que quedan unas cuantas botellas, ¡gracias David!).

El primer vino fue el de la vendimia 2017, que ya ha estado en contacto en los depósitos con sus lías durante 5 meses. 

El siguiente del 2015, con 2 años en botella se notaba más afilado, más maduro y equilibrado.

Hay que indicar que se combinaron inicialmente los vinos blancos con mariscos, lo normal: ensaladilla de langostinos, unas exquisitas croquetas de quisquillas; pero que se pasó a combinar con platos de carne, como unos pimientos rellenos de carne picada, o bien directamente con trozos de costilla frita.

El vino del 2013 era el que estaba en su recta final y que hacía que fuera el más suave en boca.

Sin embargo, el vino del 2010 con 30 meses en depósito poseía toda la fuerza de un vino muy joven.

Por último, el de 2001 tenía un color amarillo limón intenso, con una acidez muy viva y notas a bollería intensas muy placenteras. Este vino estaba embotellado desde el 2006.

Para rematar se cataron dos orujos, uno el típico orujo incoloro, y el otro amarillento, con extracto de hierbas: manzanilla, cilantro e hierbaluisa, y con la mitad de azúcar de los orujos de hierbas conocidos. Bien ricos ambos.

Para rematar una frase del anfitrión Joaquín: "Cuando hay cata de vino blanco, nunca sobra vino en las copas, y los cubos están casi vacíos". En el caso de vinos tintos, recoge mucho vino sobrante.

Pues va a ser eso.



Y por cierto, que bien se ha quedado la obra en casa de Joaquín y Araceli: qué acogedores y lucidos son los apartamentos que han hecho.












 






























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