martes, 27 de septiembre de 2016

Catando rosados con José María en casa de Joaquín




Dicen que para gustos colores. Y en este caso se podría afirmar que hay un color para cada gusto.
 
Los rosados, dicen, que están de moda. Con los dedos de la mano se podían contar los rosados que se podían encontrar en los super: Chivite, Ochoa, Enate, Pirineos, Peñascal, Pago del Vicario, ... Después aparecieron de nuevo los rosados de Cigales, y ahora como decía Jose María, casi todas las bodegas tienen un rosado en su oferta.

El color del rosado ha sido la guía donde encontrar uno de calidad: color brillante, rosa, a ser posible del año pasado.
Color cebolla, siempre ha sido al menos en mi caso, indicativo de que ese vino tenía poca vida a la vista, nunca mejor dicho.

Y como en la canción cubana... Y en esto llegó una cata de la Asociación de Sumilleres dirigida por José María Moreno, en casa de Joaquin Morales, para ilustrarnos de que todo estaba cambiando.

Tras hacer José María un recorrido por la historia del rosado, siempre de la mano de los productores franceses, y el clairet, se pasó a la técnica de elaboración del rosado y sus múltiples varientes: variedades, tiempo de maceración, sin madera o con un toque de madera, con colores desde el salmón ligero al rosado rabioso.
Y había que empezar.

Probamos:
· Domaine de Eole, francés, de la Provenza, con 60% de garnacha. Color salmón-piel de cebolla. Floral y mucha fruta. Excelente acidez, agradable en boca y sabroso.

· Cortijo de los Aguilares, de Ronda, con Tempranillo, Syrah y Petit Verdot. Color rosado intenso, con las características frutales y de chicle de fresa de un rosado. Menos acidez y más maduro que el anterior. Mejor el francés.

· Redoma, portugués, del Douro (Niepoort), tinta amarela y touriga. Se notaba mucho la madera y eso que sólo fue porque se fermentó en barricas durante 20 días. En boca estaba sabroso, diferente, pero a mi tanta madera me chocaba, a otros les parecía el mejor... Lo de gustos y colores.

· Enate, de Somontano, cabernet sauvignon. Uno de los referentes en rosados. 
Pero estaba abocado, con un precioso color, aromas a frutas, y una acidez extraña a mi parecer. Seguro que comiendo con este vino, el trago sería muy fácil.

· Pícaro del Aguila, de Ribera del Duero. Tempranillo y Albillo. Fermentado en hormigón y reposo en tinas de roble. En principio con pocos aromas, daba la impresión de ser un rosado de otro año, más maduro.
Aromas a frutas y mentolados.
Otro rosado muy diferente.

Si hubiera que escoger, eligiría el francés, luego el Pícaro y el portugués con ese toque de madera. Todos muy diferentes entre sí. 
Ahora va a resultar que hasta para pedir un rosado vamos a tener dudas: Siempre ha sido, aromas a frutos rojos y vivieza en boca.

De comer, lo que se ve. Todo rico.

Tartar de salmón, risoto de setas, rulo de queso de cabra con mermelada de naranja.
Foie de pato, con mermelada de espárragos verdes y de melocotón.
Dos salazones, uno con tosta de anchoas, y mojama con almendras. ¡Qué ricas las almendras!

También sirvió Joaquin una lágrimias de chocolate negro con cáscara de naranja. Un verdadero manjar¡



Y de postre, un bueno PX. 
Alguien día les tendré que contar los efectos beneficiosos del PX, al menos para levaduras y ratas.

Para terminar, una animada charla tertulia acerca de cómo se elabora el rosado, de los tiempos de maceración, y de miles de cosas más.

Por cierto, felicitamos a Bernardo, ya que estaba, por los reconocimentos a los vinos de Alvear, y a otros muchos de Montilla-Moriles en el mundovino. Él. como siempre, elegante y discreto.






















jueves, 22 de septiembre de 2016

Cerveza artesana La Gitanilla

A veces es complicado buscar un título a las entradas del blog porque, en primer lugar, sólo soy un aficionado en esto y a que es difícil resumir en pocas palabras una ilusión como la que mostraba John en su pequeño lagar cervecero-garage para elaborar las cervezas La Gitanilla.
Todo de la mano de Antonio Cuesta, una de las personas más activas que conozco.

John Bell, californiano que se quedó en nuestra tierra, ha sido artífice de buena parte de las cervezas artesanas que se elaboran en esta ciudad. Y digo ciudad porque según él, la calidad del agua de Córdoba es suficientemente buena para hacer cervezas.

La cerveza se elabora a base de cereales malteados, como la cebada o el trigo; y se requiere agua para poder extraer los azúcares hidrolizados durante el malteado.


Para quien no lo sepa: el malteado es un proceso por el cual los granos de cereal están a unos 23ºC y una humedad alta para confundirlo y que se ponga a hidrolizar las reservas de almidón. Antes de que empiece a germinar se tuesta para parar el proceso. El resultado es un grano que se puede masticar como los cereales que se añaden al desayuno, tal como se puede tomar en el muesli.

El lagar está en el barrio de Las Costanillas en la calle Rivas y Palma, todo muy bien ordenado y limpio. Era un antiguo horno de panadería y hay espacio para varios fermentadores y ollas para extraer el mosto de los cereales.

Después tras una lenta fermentación y una segunda para formar espuma, consigue John sus siete tipos de cervezas

Probamos, a la entrada, La Cordobesa, rubia tipo Ale de 5,5º.

Después, una de trigo de 5,4º, La Siega, aromática y suave.

Una cerveza, de pura raza; la Indian Pale Ale o IPA, de 6,2º, con una fuerte carga de lúpulo que le hace amarga y original.



Por último, una negra que me encantó, La Nochebuena American Stout de 7,6º.

No soy muy dado a cervezas negras porque tienen en general poco sabor, pero ésta sí ha tenido una muy lenta fermentación.

En resumen, una entretenida e interesante visita a la fábrica artesanal de cervezas La Gitanilla.
Por cierto, se puede encontrar en distintos restaurantes de la ciudad, creo que entre otros en La Fábrica, Bodegas Campos, etc.

Así que buena suerte en este proyecto.