Y fue un buen motivo para echar un buen rato, ya que Enrique, Antonio y Bernardo se las apañaron para traer vinos generosos de Huelva, Chiclana y Montilla, respectivamente.
Vinos generosos con sus peculiaridades, similares y diferentes, pero todos con ansias de ser más conocidos.
Nos juntamos en el Sojo Fusión, un precioso y bien llevado restaurante junto al río, con una decoración diferente y muy vistosa. No fue en el mismo restaurante sino en una sala adjunta y que se entra por Enrique Romero de Torres, la corta calle arbolada que conecta la plaza del Potro con la Ribera.
Empezamos por los vinos del Condado de Huelva, y suministradas por su Consejo Regulador.
- Condado Pálido, que sería el equivalente al fino, y no se le llama así porque Fino sólo se puede nombrar a un vino de criaderas y soleras en Montilla-Moriles y Jerez.
Elaborado con la uva Zalema, es realmente muy pálido, filtrado a conciencia, y con 15% de alcohol. Presentaba aromas suaves, tenues, a plátano y panadería, y el alcohol sobresaliendo. En boca es ligero, mejor en boca que en nariz; de nuevo el alcohol que le hace ser dulzón.
- Oloroso, un vino de color ámbar, agradable en nariz, con los aromas propios de estos vinos: aromas de crianza oxidativa, frutos secos, tostados y madera, pero corto en boca.
Es como si quedara corto, y los que estamos acostumbrados a los vinos montillanos, estos vinos onubenses, correctos, nos parecían ligeros.
De Chiclana (Cádiz), adonde se acercó Antonio Flores para conocer la zona y se trajo dos vinos de la Bodega Collantes, y perteneciente a Primitivo Collantes. La bodega pertenece a la DO Jerez.
- Arroyuelo, Fino en Rama. Con 15º alcohol mostraba un intenso color oro, se podría decir que era un fino viejo.
En nariz era extraño: aromas a eucalipto, resina, muy alejado de la sequedad, aromas a frutos secos de los finos de aquí. Descolocaba ese aroma, lo cual sólo quiere decir que no estábamos acostumbrados, pero en cualquier caso no era un olor atrayente.
En boca era suave, bien integrado y fresca acidez. Pero la nariz hacía que no nos convenciera.
- Amontillado Fino Fossi, con 17,5º. Ha pasado crianza de 12 años. Color ámbar. Aromas a licor de guindas. En boca es ácido, potente, salino. Es un vino muy bebible. Realmente sabroso y rico.
Ha obtenido 90 puntos Parker.
- De Alvear, nos trajo Bernardo el Fino Solera Capataz Viejísimo. Se trata de un fino sacado de la bota y en la que se ha tratado de evolucionar un fino hacia amontillado, pero quedando en un punto medio. Como él decía, se ha preparado ex profeso con ese fin. Tiene al menos 9 años de crianza. De un bonito color oro.
Aromas a madera, seco, poco aromático. En boca es complejo, largo y suave.
Cuando la copa se calienta comienzan a salir aromas, a nueces, frutos secos, pero pierde en boca.
Está claro que hay que tomar frío.
Faltaba el vino dulce PX de Alvear, que también era como el anterior casi una primicia.
- PX Solera 1920, el vino que probamos llevaba embotellado una semana. De un intenso color caoba con reflejos yodados. Muy denso.
Aunque tenía 1g/L de acidez volátil, apenas si se notaba. En nariz estaba algo cerrado, y sobresalía sobre todo aromas a tabaco. En boca era un concentrado de aromas: cacao, chocolate, tabaco, dátiles. Larguísimo, dulce y a la vez amargo.
Una verdadera delicia.
Y con estos vinos, nos trajeron la cena.
Como se ve hubo un buen ambiente en una bonita sala y sobre todo, muy bien atendido. El personal de sala era un dechado de efectividad, rapidez y atención.
- Salmorejo con jamón ibérico y lo que observa de color blanco, no era clara de huevo sino polvo de aceite.
Muy bien presentado, y encima habían puesto una lupa.
El polvo de aceite sabía poco. Y a mi parecer se abusa del triturado para hacer una crema del salmorejo.
- Croquetas caseras de carne de cocido, muy ricas y realmente con sabor casero, al menos parecidas a las que hacemos en casa. Las croquetas son trabajosas de hacer, pero bien hechas, merecen la pena.
Hacía tiempo que no comía croquetas tan sabrosas (fuera de casa) y que me recuerdan a las que comía en casa de mi suegra (que era una verdadera artista).
- Flamenquín de pluma ibérica, relleno de pimientos y emborrizado con pan japonés (eso decían). Sí que el sabor era menos dulce que el que se emplea normalmente.
El pimiento a algunos les parecía más de la cuenta, pero le daba mucha jugosidad.
- Risotto de trigo y lascas de atún, a mi parecer una delicia. Quizás el más rico de los platos.
El atún no sabía mucho, pero el conjunto era sabroso, bien combinados el queso, los boletus y la pimienta.
Desgraciadamente a esas alturas de la cena, ya casi no podíamos más.
Pôrque había otro plato, canelones de rabo de toro, que apenas probé (no hay foto).
Para redondear los huecos que pudieran quedar: tarta de queso.
Por último, desear a todos felices fiestas, y próspero y lluvioso feliz 2016.
Uff, qué buena cata! qué tal el 1920? y en precio?
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