viernes, 10 de febrero de 2017

Visita a Lagar Blanco

Es agradable acercarse a la Toscana de Montilla-Moriles. ¿Qué dónde es? Pues la Sierra de Montilla, con sus colinas y sus preciosas vistas. Los lagares antiguos, otros remozados, casas donde disfrutar de las buenas temperaturas del verano. Y donde las cepas de Pedro Ximenez aún resisten al empuje del olivar. Sólo faltan cipreses para confundirnos de territorio, aunque esto es ya tarea pendiente que pronto se resolverá.

Con los alumnos del Master de Biotecnología, y de la asignatura de las Fermentaciones, nos fuimos de excursión a Montilla donde nos esperaba Miguel Cruz, quien nos guió hasta su bodega de Lagar Blanco, a unos 4 kms de Montilla.
Algunos de ellos vienen de Italia, de intercambio, de la Universidad de Ferrara. Otros están interesados en continuar con sus trabajos de master y quizás, conseguir alguna beca para seguir investigando. Alguno que quiere aprender a elaborar hidromiel. 

La cuestión es que disfrutaron de las explicaciones que impartió Miguel: de cómo su familia ha estado dedicada al tema del vino desde 1917, y que la bodega que tienen fue antes un lagar que se cerró en los años setenta del siglo pasado cuando se abrió la Cooperativa de la Aurora. 
En 1985 él compró el lagar, y fue llenando de botas las dos naves, buena parte de las botas procedían del Puerto de Santa María, cuando empezó la crisis del fino, con el exceso de producción y los consumidores cambiando de hábitos. 


Nos mostró cómo transcurre el proceso de fermentación del mosto, que han visto a pequeña escala en las clases y practicado en el laboratorio. Pero ya digo, las vistas de las cepas, la maquinaria, los depósitos, las tinajas y sobre todo las dos naves de botas que imponen por su redondez y quietud. 
Y más cuando se hace una cata de algunos de los vinos que Miguel elabora. 

Miguel trabaja sus vinos con total integridad, sin añadir turbideces, ya que como dice él de las notas de solera el fino está limpio, y sólo turbio si está con alguna alteración. Y aunque los alumnos, aunque jóvenes, ya han asimilado vino en rama con vino ligeramente turbio. Es lo que hay en el mercado.

El vino de tinaja que tiene, aunque medianamente aromático, es muy sabroso en boca, para un consumidor joven. 
Pero el fino Lagar Blanco les gustó más, ya que tiene aromas de ésteres y también propios de la crianza. Salino en boca, pedía a gritos una tapa. Perfecto para el aperitivo... y la comida.

Aunque donde todos coincidieron era en los aromas del Oloroso, con una gama de recuerdos dulzones, avellanas tostadas, madera y en boca sabroso, con cuerpo, de larga persistencia.
Aquí ya todos, sobre todo los italianos flipaban con el vino.

Y quedó para el final el amontillado. Seco, aromático, muy salino, haciendo salivar. Un gran vino, otro nivel.

Todos quedaron muy satisfechos de los conocimientos adquiridos, y por supuesto de los vinos.










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