El local está muy cerca de los bares cercanos a las Tendillas, con sus veladores que ocupan la calle. Este no, apenas una mesa y unas sillas altas pegadas a la fachada. Se podría suponer que como sitio de paso, pues es incómodo, pero lo bueno son las tapas que sirven de acompañamiento, y quizás ahí es de dónde viene que tenga buena aceptación.
La decoración va con el tamaño y como muestra la botella que contiene tres plantas, entre ellas una enredadera. Son jardines mínimos y se hacen en Córdoba, muy curiosos.
Con las consumiciones, Mari iba poniendo tapas que las calentaba en el tostador y que por lo general gratinan ya que hacen uso de distintos tipos de quesos. Por ejemplo los champiñones con queso manchego, perejil y orégano.
La segunda degustación fue una agradable sorpresa, una oblea rellena de queso tipo Filadelfia, mostaza y miel. Un bocadito muy apetitoso.
Como consumición, aparte de cervezas para apagar el calor de este mitad de Junio, tomamos una copa del fino que tienen, de Velasco Chacón, una bodega de Lucena, y que está fresco y suave, agradable.
Unas sorpresa fue la cerveza Cordobeer, que se hace en El Viso, en el Valle de los Pedroches. Tomé un botellín de la Pilsner, una cerveza con cuerpo, ligeramente ácida y buenos aromas a fermentación aunque con no mucha espuma. El humus le venía al pelo.
Y para terminar unas tostas de queso tipo brie y unas uvas.
Quizás las tapas que tomamos tenían más queso de la cuenta, aunque en ningún caso eran fuertes: uno del grupo que siempre se niega a tomar queso, esta vez se tomó todas las tapas. O nos ha tenido engañados o le gustaron las tapas, como a los demás.
Es la segunda vez que visito El Arriate y me ha gustado. Una nueva forma de bar chico, pero que con imaginación le dan nueva vida al tapeo. En la primera ocasión fue coincidiendo con la declaración de Córdoba como Ciudad Gastronómica de Hispanoamérica, y aquí tomamos una arepas con rabo de toro, de rechupete.
En resumen, que bien vale una visita al Arriate.
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