Hasta ahora era Rafa el que había ido, ahora fue al revés. Y valió la pena.
Jordi es un gran entendido de éste y otros temas. Se le puede leer en artículos del mundovino o verema.
Es periodista y buen divulgador, entretenido, cuenta anécdotas y eso que lleva ya más de 40 catas este año. Lo que se dice un profesional.
Nos juntamos en Blanco Enea, donde José María González nos atiende muy bien. Por cierto José María acaba de ganar el premio Talento Chef 4 Culturas.
Tras una breve introducción sobre la zona de Champagne, Jordi nos habló de las peculiaridades climáticas de la zona de Champán:
- clima frío, lluvioso;
- de las ondulaciones del terreno, para tener fácil escorrentía y más exposición solar;
- de la composición de la tierra: básicamente tiza, tierras blancas, como las albarizas de Jerez y de Montilla.
- de cómo se trabajan la espaldera en las pequeñas fincas.
Estas tierras en su tiempo fueron un lecho marino por su salinidad y sobre todo por los restos de fósiles de trilobites y otros moluscos encontrados.
Es decir, una zona al norte-este de Francia, que ha tenido la peculiaridad de estar elaborando vino desde los romanos, que tuvo la implicación de monasterios para continuar la tradición y que consiguió, o ha conseguido, trascender a modas y establecerse como una de las zonas que mejor vino produce en el mundo.
Las variedades más empleadas en la zona de Champagne son Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier. Estas dos son tintas.
Champagne tiene una serie de peculiaridades: por ejemplo, la uva se paga a 6 euros el kilo.
¡Y entonces a cómo se vende el vino! Pues creo que se vende sólo. Hay 4.651 viticultores productores de su propio vino (vignerons). Las parcelas son pequeñas, con una producción de 11.000 kilos /hectárea (hagan cuentas, señores).
Tener una botella de champán es tener el sueño de que puedes conseguir algo mejor. ¿Y es mejor? Pues lo que probamos estaba francamente bien. Y los habrá mucho mejores.
Lo principal de la cata fue que apenas se habló de aromas, de recuerdos a, de sensaciones de,… y más bien de comprobar las diferencias entre los vinos tomados.
Los vinos fueron servidos con agilidad y prácticamente a la hora y media de charla ya los habíamos probado todos y conocíamos más de esta zona.
Todos los vinos en general tenían como notas a manzana, a levadura, a bollería.
Una lágrima ascendente de burbujas continua indicaba que teníamos en la copa vinos con una larga crianza con sus lías finas.
En cuanto a las percepciones:
El Lanson, mostraba una marcada acidez, el que más.
Lacombe, más a manzana asada.
Tattinger, a mi parecer el más dulzón (manoproteínas de calidad), equilibrado en todo.
Bourdaire Gallois, con 100% Meunier. Éste mostraba aromas tostados, avellanas, como más licor de expedición.
Henri Abele, ligeramente rosado, con las tres variedades. Con aroma frutales, levadura. Mostraba evolución de aromas con el tiempo y buena persistencia.
A mi parecer, el orden de los vinos en cuanto a preferencia sería: Henri Abele, Bourdaire Gallois, Tattinger, Lanson y Lacombe. O sea, casi lo que nos preparó Jordi. No sé si fue coincidencia, pero otros de los asistentes pensaban parecido, o casi.
A reseñar algunos datos:
El presupuesto de la Denominación de Origen Controlada Champagne destina mucho más fondos a proteger el nombre Champagne, sus falsificaciones, que a publicidad.
Desde que en las películas desde los años 50 se visualizara que los protagonistas celebraban o disfrutaban del momento con su copa de champán, pues no ha hecho falta más que aspirar a poder probarlo.
Los platos preparados por José María acompañaron muy bien la cata, sobre todo la carne de abanico ibérico. Magnífica su maceración previa con miso y espléndido su punto de asado.
Como siempre Nuria atenta al servicio y al final José María fue convenientemente felicitado.
Como detalle, mirar el soporte del proyector. Y es que donde esté un buen corcho, que se quite lo demás.
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