Fue de las primeras bodegas en apostar por elaborar vino tinto en la zona de Montilla, con el fin de abrir el mercado a productos que engancharan con las nuevas demandas de los consumidores, que pasaban cada vez más del vino blanco al tinto.
Disponían de fincas experimentales en las que estudiaban la adaptación de distintas variedades al clima y al terreno local, concluyendo que la Syrah era la que mejor se adaptaba, aunque resultaba también la más productiva, con los problemas de madurez consiguientes.
Pero gracias a buenos agricultores hicieron buenos vinos, como el rosado que era un muy buen producto.
Otro cantar eran los vinos tintos pasados por madera, excesivos tratamientos que dejaban al vino convertido en verdaderos cantos al tablón dde madera.
Debido a que los volúmenes de uva que trabaja son grandes, tradicionalmente su principal mercado ha sido la venta a granel de vino blanco y tinto, a distintos países europeos, africanos y actualmente están abriendo mercado en India, donde María Rivero ha abierto nuevos clientes a los productos de aquí.
Y en esto debo decir que el vino tinto que envasan en bag-in-box siempre me han gustado: vino fresco, aromático, con cuerpo, y poco astringente. Por supuesto sin madera. Y cada año compro para mi casa al menos dos, que sirven tanto para los tintos de verano como de copeo.
Pues con estos antecedentes, Francis, el director comercial de la bodega nos visitó a la Asociación de Sumilleres de Córdoba en casa de Joaquín.
Comenzó por uno de sus productos estrella: el aceite fresco, recién exprimido, y que molturan hasta diciembre. A partir de ahí, ya no le llaman fresco.
Es un buen aceite, de las variedades hojiblanca y picual, suave y con una ligera astringencia.
Muchos de los presentes lo compran habitualmente.
Después pasamos a la carta de vinos. Todos los vinos vienen con la marca de Los Omeya. Han cambiado la etiqueta y la presentación de los vinos es moderna, renovada, con la nueva imagen que quieren dar al mercado.
El primero el verdejo. Una variedad que a veces da buenos vinos en esta zona, pero que últimamente las condiciones climáticas adversas de tanto calor en verano no le dejan madurar como debe ser.
El vino era ligero en aromas, con un agradable paso en boca, untuoso (quizás lías añadidas), y una buena acidez.
El siguiente fue el rosado, más expresivo que el blanco, con el color siguiendo la tendencia actual de rosados con poco color. Con una nariz media, aromas a frutoas rojos, y en boca algo amargo y astringente: un vino agradable.
Después catamos dos vinos tintos, uno joven y otro tras pasar por madera.
El tinto joven estaba recién embotellado y se notaba aún poco estructurado, pero fue un detalle que nos lo diera a catar.
El tinto crianza Syrah sí que era otra cosa. Por ahí sí van bien los vinos: la madera ya no es el único atributo, sino que apenas se nota, según las tendencias actuales.
Es un tinto muy agradable de tomar, con buena nariz, bien estructurado en boca y un color atractivo, con tonos de juventud, sin rastro de ribetes marrones.
El último vino, para el poistre, fue el PX Laudis. Con un intenso color y ribetes yodados. Quizás que su apariencia fuera de un vino con muchos aromas a dátiles, orejones, etc, que después olía a un vino más joven de lo que se pdría estimar por el color.
Rico, pero en mi caso los sabores dulces no son mi fuerte, por lo que apenas puedo opinar.
En resumen, una instructiva y reveladora cata donde la Cooperativa La Unión mostró sus nuevas e interesantes maneras.
La cata fue acompañada por el tapeo que nos deleitó como siempre Joaquín.
La ensalada de naranja con bacalao para acompañar al aceite de oliva, el foie regado por una salsa de naranja y reducción de PX, tabla exquisita de quesos, morrillo de atún,....
Para terminar, y a instancias de María, hubo la sorptresa de un guitarrista flamenco, Javier Muñoz, familiar de una saga de artistas flamencos cordobeses, El Tomate, que tocó por mineras, bulerías, rumbas,... logrando un excelente ambiente como final de cata.
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