
Se trata de un restaurante ecológico y que está muy bien atendido, con un trato cercano... como un bar de barrio.
La carta es resumida, con algunas especialidades, y con algunos fallos en otros platos. Pero lo principal es que los precios son contenidos, y las raciones rondan los 8 euros. Otro tema es el tamaño de las mismas, aunque en cualquier caso merece la pena su visita.

La carta de cervezas es considerable: todas artesanas, con mucho sabor, y eso a muchos no les convence.
No es mi caso, que pedí dos tipos de cervezas, y las dos acompañaron muy bien a la comida. Tanto de La Bandolera (de Algallarín) como de Cab Beer (de Montilla) escogí en los dos casos la cerveza morena, hecha con más lúpulo, y rica en sabor y aromas.
Por ejemplo, Cab Beer elabora cervezas que pasan un tiempo por botas que han contenido vino oloroso o PX, todo un homenaje a su origen montillano.
De los cuatro, dos preferían la cerveza rubia de barril, también artesana y mucho más ligera, aunque como decía uno: también sabía a un aroma que le recordaba una colonia, es decir, más cítrica de la cuenta.

En cuanto a los vinos, la carta de vinos blancos y tintos está bien escogida, pero qué quieren que les diga, donde esté un buen fino de Montilla-Moriles, como era el fino Pato especial, sin filtrar ni clarificar, que se quiten otros muchos, y siempre a la mitad de precio que cualquier vino blanco joven. A veces, o bien en demasiadas ocasiones más bien, no sabemos apreciar las virtudes de nuestros vinos.

Pedimos una ensalada de queso de cabra y nueces. Corta en cantidad, ya que las hojas de lechuga de roble, cubrían la base del plato. Algo parecido pasó con el cuscus de coliflor y verduras: deslabazado, con poco aliño y la coliflor más húmeda de la cuenta.
Pero pedimos dos platos que nos parecieron exquisitos: patatas confitadas y ternera con verduras a la tailandesa.
Las patatas, gajos y con piel, estaban fritas a fuego lento, y las salsas acompañaban perfectamente, desde una tailandesa hecha con extracto de ostras, otra con comino, otra levemente picante.

La Recolecta lleva ya dos años en el barrio y aún aguanta, a su favor el que las mesas en el exterior le han dado mucha visibilidad.
Es un restaurante especial, para un público más bien reducido, con el cocinero y otro trabajando en sala; y con bastante competencia en la zona donde está. Esperemos que aguante, porque ellos muestran todo su cariño a quienes los visitan.
La cuenta por las cuatro raciones, dos copas de vino de blanco moscatel, un medio de fino, seis cervezas y las cuatro raciones, 47 euros. Muy bien.

Eso sí, terminamos de comer e íbamos ligeros de equipaje con tanta verdura y plato contenido, lo cual en las fechas navideñas se agradece, y mucho.
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