miércoles, 19 de septiembre de 2018

Vino tinto cordobés con buenas hechuras: 12 PB

De acuerdo con todos los parámetros enológicos recogidos en la bibliografía y la experiencia: la climatología en la campiña de Córdoba no es la mejor aliada para hacer vinos tintos, pero hay algunos que persisten en el empeño y son capaces de hacer vinos de una calidad más que aceptable, y que obliga a reconocer la buena tierra y las buenas manos.

Recuerdo entre otros ejemplos de tintos cordobeses, las primeras añadas de Jose Miguel Marquez en su finca montillana (Bodega Marenas) por sus aromas y cuerpo, y actualmente no dejo de sorprender a propios y extraños con las virtudes y precio del tinto en bag-in-box que vende la Cooperativa la Unión.

Actualmente quien está haciéndose un nombre es la Bodega El Pujío, que está entre Aguilar y Puente-Gentil, y que está haciéndose un sitio con sus tintos monovarietales de Syrah y Merlot
La parte técnica de dicha bodega la llevan dos enólogos salidos de la Universidad de Córdoba, y con una ya dilatada trayectoria además como expertos catadores: Jose Ignacio Santiago y Cristina Osuna.

Y como respuesta a un reto de elevar la calidad del vino tinto cordobés, se inició partiendo del viñedo de El Pujío, la elaboración de un tinto variedad Syrah con una cuidada selección de uvas, de depósitos y de barricas: 12 PB
Los vinos salidos desde el 2015 los pudimos catar en casa de Eugenio Sánchez Ramade, que es el origen de este reto.

Eugenio Sánchez, siempre ha estado ligado al tema de los vinos, y como se dice: se ha juntado el hambre (de hacer buenos vinos) con la ganas de comer (disfrutar y probar esos buenos vinos).

Un puñado de compañeros de la Asociación de Sumilleres nos juntamos con Jose Ignacio, Cristina, Eugenio y su mujer para que nos contaran cómo se inició el proyecto y por dónde van actualmente.

La selección de uvas Syrah, la vendimia nocturna, empleo de depósitos de fermentación pequeños, bazuqueos, remontados, malolácticas, crianza, barricas, estancia en botella,... todo, para cuidar la elaboración y catarlos.

Se empezó por las uvas Syrah (casi las últimas de esta vendimia tardía), 
y a continuación el vino muy joven, salido de la prensa, del 2018. Un vino ya, muy coloreado, con acidez y astringente para preservar una buena crianza. Los aromas de la Syrah se percibían, y para ser muy joven quizás le faltaban algunos.

La crianza se hizo en barricas de roble americano y francés de dos años hasta más usas, de cinco años: tal como se entiende actualmente la crianza de vinos, que la madera no supere al vino.

El del 2017, estaba mucho menos astringente y los aromas permanecían pero sobre todo era su potencia en boca. Un tinto con mucho brío.

El del 2016, a pesar de ser ese año una vendimia complicada por los calores intensos, sí que tenía una nariz más frutal y en boca era mucho más equilibrado, a mi parecer. Fue el que más me gusto de la noche, aunque como decía Cristina el que le dio más quebraderos de cabeza por la vendimia.

El del 2015 era el vino más suave, más llevadero, o más gastronómico, porque se tomaba sin querer y como decían ellos, el que más gusta a más publico.

Las fotos que aparecen corresponden con los tintos citados, del 2018 al 2015. 
Son vinos con buena intensidad de color, con muchos matices, y también con claras diferencias entre las añadas.
Sobre todo son vinos con muy buen paso en boca, con mucha personalidad, pero siempre elegantes.
Es lo que se trata, de recoger en la copa la experiencia de la viña y respetarla con una cuidada elaboración.

Esperemos que esta aventura, de una muy baja producción por ahora, tenga la trayectoria que muchos deseamos: estar orgullosos de lo que nuestra tierra y gente pueden lograr. Suerte



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