De nuevo retomo las crónicas en el blog de Aderramar vinos, con la idea de mostrar aquellas actividades que se realizan al amparo de la Asociación de Sumilleres de Córdoba.
La cita fue el 18 de Octubre en la casa de Joaquín y Araceli como siempre, lo que da una continuidad y bien hacer que agrada a todos los asistentes. Lo único diferente fue que las viandas no fueron preparadas por ellos, sino por el cocinero del restaurante El Paseo Ibérico (Calle Lucano, 2).
La introducción por parte de Celine de la asociación de productores, Grandes Vinos de España, fue muy resumida y clara. Dicha asociación tiene por objetivo "defender y promover la máxima expresión del terruño en vinos únicos y de muy alta calidad capaces de reflejar fielmente el suelo, subsuelo y clima donde se producen".
En total son 35 bodegas, la mayoría situadas en las riberas del Duero y el Ebro, aunque las cinco bodegas iniciales son de la zona centro de la península: Finca Élez, Marqués de Griñón, Calzadilla, Dehesa del Carrizal y Pago de Vallegarcía. Todas o la mayoría de las bodegas que pertenecen a Grandes Pagos las conozco, bien de oídas y lo mejor, por sus vinos.
Comenzó con el vino espumoso elaborada por métodos tradicional, Gramona III Lustros 2013. No tiene el nombre de cava ya que no pertenece a dicha DO, ya que no tiene adscripción a alguna Denominación de Origen: se adscribe a la zona Corpinnat. Esto significa que pertenece al corazón (cor) del Pinnat, antiguo nombre del Penedés.
Se trata de un vino espumoso elaborado con Xarel·lo y Macabeo con 7 años de permanencia en botella.
La copa fue la misma que para los otros vinos, y no en copa tipo flauta que es la típica para beber vinos espumosos. Es un vino amarillo pajizo. Con escasa burbuja pero buen contenido en carbónico, que disminuye a los pocos minutos. En nariz muestra tonos tostados y a frutos secos. A mi parecer este vino estaba ya en fase de declive, pero su elegancia en boca compensaba los 30 euros por botella.
El segundo vino fue el Vino de Pueblo, 3 Miradas 2019, de Alvear.
Elaborado sólo con Pedro Ximénez y fermentado en botas para continuar con crianza biológica (bajo velo de flor) en tinajas de 300 arrobas. Sólo tiene 13,5º de alcohol, lo cual es un mérito en la zona de Montilla-Moriles, puesto que la madurez fenólica de las uvas se alcanza con más cantidad de azúcar en las uvas, De color amarillo pajizo intenso (con leves notas verdosas), en nariz es limpio, con dulzor ya que huele a manzana madura y también a hierba seca, aromas propias de la crianza biológica, pero que se aprecian sin dominar el aliento del vino. En boca es ligero y poco persistente, pero parece que el vino pedía guerra, y cuando se agitaba en boca el vino se hacía más vino y de calidad (11,60 euros la botella).
De la bodega Dehesa del Carrizal se cató un tinto 2017 de su Colección Privada, y de la D.O. Pago Dehesa del Carrizal (Toledo).
Está elaborado con Cabernet Sauvignon (80%) más Syrah (20%), y con 14 meses en barrica de roble francés. Con un elegante color cereza y con tonos rojos. Aroma a pimiento rojo (no verde), cacao y pimienta negra. En boca era complejo y cálido, y su paso era ligeramente astringente. Nos pareció un buen vino, si bien la botella cuesta 27 euros.
El cuarto vino fue el Tadeo 2017 de Cortijo de los Aguilares de la DO Sierras de Málaga.
La uva Petit Verdot era la única con la que fue elaborado, una variedad francesa que requiere unas condiciones climáticas y de cultivo bastante afinadas para obtener uvas sin enfermedades a causa de la humedad. En su aspecto visual destacaba la capa intensa de color cereza. En nariz de apreciaban las notas vegetales, a frutos rojos también y regaliz propias de la P. Verdot. En boca es cálido y no muy ácido pero que se compensa de sobra por su persistencia en boca. Muchos pensábamos que era el mejor por ahora, pero su precio de 35 euros lo hace destinatario de compras muy señaladas.
Estrecho del 2018 fue el vino que tomamos de la bodega Enrique Mendoza, situada en la DO Alicante.
La variedad Monastrell es la única que contenía este vino tinto que presentaba una modificación en su elaboración curiosa, ya que los orujos (resto de pieles y semillas de las uvas) se retiran cuando la densidad óptica era de 1000. De un color cereza de intensidad medio-alta, menor que el anterior. Tras 16 meses en barrica de roble francés se embotellan y que se salen al mercado 21 euros, un buen precio dada la calidad del vino. Debo decir que este vino fue el primer vino que compré (hace ya la pira de años) a un precio alto que esperaba debía ser bueno.
El ultimo vino fue el Zarcita 2018 de Palacio Quemado (adscrita a Alvear) un vino perteneciente a la DO Vino de la Tierra de Extremadura y elaborado con dos variedades portuguesas, Touriga nacional y Trincadeira, más Garnacha Tintorera y Syrah.
La fermentación se hizo estanques de hormigón y acero, y sólo el 25% permaneció en hormigón ya que el 75% se mantuvo en barricas de robles francés durante 8 meses. Un vino de color rubí con limpias notas frutales, quizás era más ligero o menos contundente que los anteriores pero su precio de 9 euros en bodega y 11 en tiendas, le hace muy atractivo y posiblemente de consumo más rutinario que alguno de los anteriores tintos.
Tras la cata vino la comida, muy rica y sabrosa que comenzó con cata de un excelente aceite de oliva, tacos de queso, rodajas de embutido de lomito ibérico, filetes de arenque o sardina (no recuerdo) en costa bien regada con aceite, ventresca de bonito y unos exquisitos filetes de lomo de cerdo, hechos en su punto y regados con aliño de perejil.
Treinta seis miembros de la asociación nos juntamos allí, que con jolgorio y bullicio oral dimos buena cuenta de las vianda, esperando ya a la próxima cata nos fuimos a eso de las once para nuestros hogares.
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