La Taberna Juramento se llama así porque está en la calle Juramento, y ésta se encuentra cerca de la Plaza de la Corredera. Para quien quiera hacer un recorrido histórico, que comience en la Plaza (donde antes se hacían corridas de toros, de ahí su nombre) y se adentre por la estrecha calle del Toril (por donde salían los toros a la Plaza) y justo a la vuelta está la taberna de la que hablamos.
Pequeña, recogida, ocupando una casa de vecinos, y por supuesto con su patio.
Es un sitio acogedor por el encanto de los sitios que siempre hemos conocido y por los que apenas pasa el tienpo: para la bueno y mako. Hemos pasado por tantos sitios, muchos de ellos renovándose de arriba abajo, cambiando decoración, otros siguen como entonces, como siempre han sido. Y la Taberna Juramento es una de estas últimas. Quizás la decoración sea ya de taberna de barrio. Y la barra de entrada le sobran adornos pequeños, a mi parecer (como guardaban nuestras madres y que hacían el decorado del mueble del salón porque tapaban otros objetos). Esta taberna tuvo momentos gloriosos en otros tiempos, siempre en el boca a boca de la gente: recomendándola por su precio, después pasó por tiempos difíciles y muchos pensamos que hasta estaba cerrada, pero no. Los actuales propietarios llevan con la taberna ya diez años.
Salta a la vista, sobre todo para nosotros que vamos tras los vinos de la DO Montilla-Moriles la variedad de vino envasado en bag-in-box: fino, dulce PX, vermut, quizás tinto, y todo de la bodega Sillero, de La Rambla.
El patio es recogido y acogedor, y el día que fuimos lo disfrutamos de una buena temperatura y tranquilos, ya que eramos los únicos allí.
Tras charlar por muy distintos temas fuimos probando algunos platos de la taberna, algunos de ellos que son la especialidad de la casa. En particular, pedimos una media ración de poatatas bravas (un poco aceitosas y la salsa tenía poco de pique), una ración de croquetas de espinacas y piñones y un San Jacobo de berenjena.
Las croquetas estaban bien hechas y sabrosas, pero son un plato que pocas veces me convence fuera de casa. Y en este caso eran mejores de lo normal, pero vamos que no me sorprendieron. Y es que Raquel no se puede controlar ante unas croquetas.
El San Jacobo es un plato original y me parece que merece intentarlo hacer en casa. La berenjena es una verdura complicada de hacer porque si no está tierna por cocción resulta correosa y dura. Quizás el calabacín daría también juego y siempre es más jugoso. El caso es que nos gustó aunque la berenjena estaba algo dura.
Los vinos que tomamos, todos de Bodegas Sillero, eran bastante sencillos. El fino es bastante ligero, más turbio de la cuenta y sin razón aparente. Lo que me trae a la mente la afición de enturbiar los vinos con el fin de que parezcan sin filtrar. El vino no estaba mal, pero con poca gracia, sin acidez o viveza, sin astringencia: simple en definitiva. Tanto, que no repetimos.
El vermut es de la misma bodega y tampoco era de resaltar: más dulce de la cuenta o quizás que le falte acidez.
Según comentaba el dueño, el tener de una misma bodega es que para que los parroquianos no extrañen el vino que se le sirve.
En el patio, uno comentaba de los tiempos en que la taberna Juramento era referencia en el tapeo, ya hace tiempo de eso, que era frecuentada por los progres de la ciudad y que si pedían una copa de tinto, el dueño les decía que aparte del Savin, tenían otro pero que era peor. Que allí lo normal era tomar fino.
El precio de cuatro cervezas, cuatro medios y tres vermuts, más media de bravas, una ración de croquetas y el San Jacobo de berenjena, 31 euros. Correcto, un sitio para tapear, que debe tener su fuerte en los fines de semana.
Como se ve todo frito, pero el aceite no pesaba, bien.
El sitio, o el patio lo mejor de la casa.
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