La plaza de la Almagra es una de las plazas más bonitas de Córdoba, pequeña, recogida, junto a la plaza de la Corredera. Allí se encuentra Orgánico, al que visitamos los cuatro de aderramar. Un bar pequeño, con unas pocas mesas fuera, porque es que el sitio no da para más. Dentro también es pequeño. Es un bar vegetariano, quizás el primero de esta ciudad y no sé si es porque la plaza es un lugar tranquilo, o que había poca gente, el caso es que se respira un estilo lento, reposado, sin prisas (me resisto a escribir slow food, ya que en castellano hay muchas definiciones al respecto). La decoración nos recordaba a la de Cochinchina, el céntrico restaurante japonés que salió de un puesto del marcado de la Corredera: muebles pequeños, reciclados. Respecto a las sillas o bancos, de la calle, el compañero Qu. comentaba que era lo que menos le gustaba, incómodas, pero prácticas ya que ocupan poco espacio. Supongo que si les va bien las sustituirán.Por dentro, la zona de cocina está preciosamente separada y todo está a la vista, transparente, claro y muy bien ordenado.
Empezamos con una cerveza, que la sirven en botellín de 1/5, y luego pasamos a los vonos que fueron todos de Bodegas Robles, los ecológicos. Probamos el fino y el verdejo. Ambos vinos están bien, pero me parece que han perdido mucho de cuando empezaron; ahora son demasiado ligeros, correctos, pero a mi parecer parece que les falta brío: un poco más de aroma de salinidad, de amargor, pero sólo un poco más.
En cuanto a la carta, ésta es corta tal como se ve. Parece por los comentarios en las redes sociales, que el punto fuerte de este bar Orgánico son las tartas y dulces, pero en nuestro caso siempre vamos antes de comer.
Pedimos dos platos del día que estaban escritos en la pizarra. Se trataba de platos salados, y al precio módico de 4 euros:
- paté de tomates secos con anacardos, y
- humus con crudités.
El paté de tomate estaba realmente exquisito, muy bien presentado y con mucho gusto por fuera y por dentro. Según me dijo la cocinera, ponen los tomates secos en agua aliente durante un rato para que se reblandezcan. Después le añaden ajo, anarcardos, aceite, sal y como decía Carlos Cano en una de sus canciones,... la gracia de tus manos.
Se acompañaba de pan tostado, de forma que se podían hacer tostas bien despachadas, ya que los platos eran abundantes.
El segundo plato era el humus con crudités.
Como se puede observar de nuevo presentado, con mucho gusto. En este caso los crudités eran tiras de pimiento rojo, calabacín y zanahoria.
El humus estaba bien, pero le faltaba un poco más de sabor o de aliño y los garbanzos pues posiblemente serían cocidos de bote.
Pero de nuevo, un plato bien servido y abundante.
Por último, la cuenta que en este caso era de 27 euros. Si descontamos los 8 de la comida quedaban por pagar 12 consumiciones, cuatro quintos de cerveza, y ocho copas (que no medios en catavinos) de fino y verdejo de Robles. Creo que está muy bien de precio, a tenor de lo sabrosos platos consumidos.
En resumen, un bar vegetariano al que deseamos mucho éxito. Relación calidad precio, notable alto, 8,0, por la tranquilidad del espacio, lo bien presentado y la calidad de los platos.
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