He de decir que he probado en bares alguna vez vinos ecológicos, aparte de los vinos montillanos de Robles y Marenas, y a veces me han defraudado, quizás las más de ellas porque me han parecido en exceso rudos o amargos. Con exceso de extracción de polifenoles, como para compensar o mostrar la fuerza de la uva.
Pero hemos tenido ocasión de probar recientemente algunos vinos ecológicos participantes del Concurso Internacional de vinos Bio Ecoracimos 2016, celebrado recientemente en Córdoba, y nos han sorprendido sobremanera. Vinos delicados, con carácter, pero al nivel de lo que buscas en ellos. Otros están en la línea de excesiva extracción, mucho cuerpo, que les hace duros en boca.
Idrias, rosado variedad Merlot 2015, de la bodega Sierra de Guara (DO Somontano).
Vino de color rojo frambuesa intenso, vivo con ribetes muy brillantes. En nariz es agradable, fresco, y destaca por aromas a frutas rojas maduras. En boca es intenso en sabor, se notan sus 14º, algo dulzón, con retrogusto a frutas y especias. Sin apenas amargor.
Sabroso y buen acompañante de una corvina horneada a la sal.
Gamellón, tinto variedad Monastrell 2015, 14,5º. Bodegas Luzón (DO Jumilla)
Un tinto de mucha intensidad de color, prácticamente opaco, con ribetes violáceos. Nariz a fruta roja madura, y ligeros tonos a flores y minerales.
Es un vino, como otros monastrell, que se van abriendo poco a poco, hay que darle tiempo: empezando por olor a reducción, después fruta y flores.
En boca se presenta con mucha calidez, intenso, notas amargas. Robusto, sin concesiones.
Sancha Pérez, Merlot-Petit Verdot 2013, Conil de la Frontera (Cádiz), crianza en roble francés.
Un tinto que me ha sorprendido por su finura.
De color picota, intensidad media-alta. Con estas variedades se obtienen vinos muy vivos e intensos de color, en este caso no.
En nariz es muy intenso: a frutas rojas, que después tornasn a especiados, mentolados, aceitunas negras.
En boca es muy agradable, ligero y fresco, con los taninos muy pulidos. Rico de verdad.
Armonizó con clase la carne de secreto ibérico a la plancha.
Valcaliente 2013, de Bodegas Ruiz Jimenez (DO Rioja). 100% graciano. Criado en huevo de hormigón.
Otro vino que me ha sorpendido. Muy intenso de color. Aromas muy finos e intensos a moras, hierbas, todo muy bien integrado.
En boca es suave, fresco, ácido, una delicia en boca. Eso sí, sin apenas astringencia. Tiene unos pocos meses de barrica, que apenas se nota.
No había probado hasta ahora el efecto de ese ánfora especial que resaltan en la etiqueta: huevo de hormigón. Pero creo que mejora y mucho el sabor del vino.
De la misma bodega, hemos catado el tinto Pago de Valcaliente, reserva 2011, con Tempranillo y Graciano.
Un tinto que precisa de aireación para que se abra y dé toda su expresión.
Es frutal, a fruta roja y negra, y en boca está muy bien conjuntado tanto la acidez, retrogusto y taninos. Quizás la única pega que es de los vinos que quieres más persistencia en boca; es un vino muy equilibrado.
Los dos vinos de esta bodega riojana nos han gustado mucho.
Y por último, de la bodega granadina Méndez Moya 2011, tenemos el 100% tempranillo. 21 meses en barrica. sin corrección de acidez.
La finca se situa en la zona del Altiplano de Sierra Nevada, a más de mil metros de altura.
El tinto está algo evolucinado, con aroma a frutas, y guindas en licor y al final, aromas ya terciarios. En boca es dulzón y cálido. Sin apenas astringencia.
Creemos que le sobra estancia en madera.
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