jueves, 12 de mayo de 2016

Taberna Viana. ¡Y cómo llueve en Mayo!

 Llueve ahora que no para. Y es por un frente frío que ha chocado con la zona cálida que estábamos disfrutando. Todo tiene su aquél. 

Cuando subo la carretera de la sierra y veo el campo con su verdor: el pasto, las flores de mil colores, que se combinan primorosamente… Se comprende la fuerza de la primavera. 
Y cuando uno llega a la parcela y se encuentra con un jaramagal lleno de hierbajos, malas hierbas, todas llenas de flores con sus semillas de darán lugar a nuevas malas hierbas. ¡Qué diferencia de concepto!

Bueno, pues en eso estábamos que quedamos en la Taberna Viana, la cual está estratégicamente situada enfrente del Palacio de Viana. Todo turista que sale de allí se encuentra esa pequeña taberna en la que sirven raciones a buen precio.

Pero debo aclarar que los turistas son los grandes recibidos, ya que disponen sólo de cuatro mesas dentro y una pequeña barra.



MM y GP llegaron antes y no fueron bien recibidos ya que no había sitio dentro, y tampoco es de recibo ocupar una mesa para tomar una cañita o una copita.
Llegué con la bici y dispuesto a luchar contra los elementos, convencí a duras penas a que se quedaran fuera, bajo los toldos, y junto a la entrada del Palacio.
Por cierto, qué bonito era el paraguas de MM.

Y fue uno de los días más divertidos, porque pronto empezó a llover y para sorpresa nuestra, además de las patatas fritas o aceitunas de rigor, el camarero empezó a traer panera y cubiertos envueltos en servilletas. Pero no nos extrañó.
A esas que pone en la mesa un buen plato de patatas bravas: me extrañé, yo solo, pero sin más empezamos a comer. 

Bueno, el camarero vuelve y se disculpa porque era para una pareja de italianos que estaban al lado. Como ya estaba en parte comido, nos lo quedamos y tras las risas y comentarios en italoespañolo, pedimos media de rejos o patas de calamar. Este plato era más bien escaso, y con la lluvia y las goteras, apenas si disfrutamos.

El fino era de Doblas, sin filtrar, y bien, se dejaba beber, pero rápido por la lluvia. Como se puede comprobar la copa tení mucha humedad añadida.

Tras la tertulia e improperios por no habernos ido a otro sitio más cómodo y seco, llegamos a la conclusión de que se estaba muy bien enfrente del Palacio, disfrutando de un día primaveral. 



Los patios con sus flores son los que más están padeciendo tanta humedad a raudales, aunque cuando sale el sol todo verdea que es una delicia.

La cuenta bien, arregladita. 22,5 euros por cuatro cervezas, seis medios, media de bravas (creo que era una entera, por el tamaño) y media de rejos.

Mirando en internet sobre esta taberna se encuentra uno con comentarios parecidos a los que se reflejan aquí. Y espero que cambien pronto de rumbo y se consoliden porque el sitio que tienen es muy hermoso y bien aprovechable si se da servicio de calidad.


Por cierto, tenían una buena carta de vinos blancos, la mayoría generosos, de Montilla-Moriles y de Jerez.















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