Cuando subo la carretera de la sierra y veo el campo con su verdor: el pasto, las flores de mil colores, que se combinan primorosamente… Se comprende la fuerza de la primavera.
Y cuando uno llega a la parcela y se encuentra con un jaramagal lleno de hierbajos, malas hierbas, todas llenas de flores con sus semillas de darán lugar a nuevas malas hierbas. ¡Qué diferencia de concepto!

Pero debo aclarar que los turistas son los grandes recibidos, ya que disponen sólo de cuatro mesas dentro y una pequeña barra.

MM y GP llegaron antes y no fueron bien recibidos ya que no había sitio dentro, y tampoco es de recibo ocupar una mesa para tomar una cañita o una copita.
Llegué con la bici y dispuesto a luchar contra los elementos, convencí a duras penas a que se quedaran fuera, bajo los toldos, y junto a la entrada del Palacio.
Por cierto, qué bonito era el paraguas de MM.
Y fue uno de los días más divertidos, porque pronto empezó a llover y para sorpresa nuestra, además de las patatas fritas o aceitunas de rigor, el camarero empezó a traer panera y cubiertos envueltos en servilletas. Pero no nos extrañó.

Bueno, el camarero vuelve y se disculpa porque era para una pareja de italianos que estaban al lado. Como ya estaba en parte comido, nos lo quedamos y tras las risas y comentarios en italoespañolo, pedimos media de rejos o patas de calamar. Este plato era más bien escaso, y con la lluvia y las goteras, apenas si disfrutamos.
El fino era de Doblas, sin filtrar, y bien, se dejaba beber, pero rápido por la lluvia. Como se puede comprobar la copa tení mucha humedad añadida.
Tras la tertulia e improperios por no habernos ido a otro sitio más cómodo y seco, llegamos a la conclusión de que se estaba muy bien enfrente del Palacio, disfrutando de un día primaveral.

Los patios con sus flores son los que más están padeciendo tanta humedad a raudales, aunque cuando sale el sol todo verdea que es una delicia.
La cuenta bien, arregladita. 22,5 euros por cuatro cervezas, seis medios, media de bravas (creo que era una entera, por el tamaño) y media de rejos.

Por cierto, tenían una buena carta de vinos blancos, la mayoría generosos, de Montilla-Moriles y de Jerez.
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