La bodega Finca Torremilanos está en Aranda de Duero, en plena Ribera del Duero. De allí bajó Ricardo, un heredero de la familia Peñalba, con amplios conocimientos de viticultura, enología y también con arraigo a su tierra, sus costumbres y una herencia de hacer vino, de muchos años, y con una sorprendente capacidad de comunicar con autenticidad, y ser ameno.
La familia Peñalba inició en 1970 la elaboración de vino, cuando según él la casa de neumáticos Michelin se instaló en Aranda, y movió el mercado de trabajo local, ya que el campo estaba prácticamente agostado. La gente le dio por recuperar viñas heredadas o empezar la elaboraciones, al abrigo de Vega-Sicilia, que siempre ha estado en la Ribera como enseña de la zona (como el cuento de Monterroso: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí").
Las viñas se sitúan entre 800 a 900 metros de altura, en cultivo y elaboración biodinámicos.
La mayor parte de los vinos se destinan a exportación, bien porque el mercado local apenas consume vino y porque todo hay que decirlo, no se paga la calidad de los vinos.
Toda la uva es de su propiedad y hacen vino de distintas parcelas, llegando a elaborar hasta 21 tipos de vinos, debido a las distintas parcelas, crianzas, etc. Hace poco murió su padre y quien ahora pone a todos firmes, como decía Ricardo, era la madre.
Lo que se busca es que haya potencia en vino, uva y también en la bodega.
En particular, tengo de esta bodega Torremilanos el grato recuerdo de que allá por el 2000 compré mi primera caja de vinos de calidad, de Torremolinos precisamente, siendo estudiante de enología por recomendación del añorado Fernando Pérez Camacho.
Mucho ha cambiado Ribera del Duero desde aquellos tiempos hasta ser considerada la segunda referencia de cualquier bar que se precie: ¿Rioja o Ribera?
El día que se celebró la cata, el lunes 18 de Septiembre, es seguro un día de vendimia en Aranda, pero comentó que este año la cosecha iba. ser sólo un 10% de lo normal a consecuencia de una tremenda helada en el 28 de Abril. Lo normal es que las viñas broten en Mayo, pero los calores que nos llegan adelantaron la brotación de las plantas. ¡Un desastre por allí arriba!
Y no por eso dejaron de ser espléndidos con los vinos en la cata.
La cata comenzó por el cava Peñalba López, un vino espumoso sabroso y refrescante. Según Ricardo, su bodega es la única amparada en la DO Cava, o sea inscrita hace mucho tiempo y no como fruto de la nueva tendencia en elaborar cavas.
Este cava tiene un buen precio, pero es difícil encontrarlo en las tiendas nacionales.
A continuación dos tintos,
- Montecastrillo 2016, un tinto con 4 meses de crianza. Al abrirlo aún quedaban notas de reducción, con mucha fruta, potente, y algo tánico.
- Los Cantos 2014, con 14 meses en barrica. Aquí las notas de madera eran notorias, con fruta, y de nuevo potente en boca, y tánico.
Y después, oh sorpresa, un blanco. Algo chocante pero creo que estaba bien pensado porque el vino blanco fue una de las estrellas de la cata.
- Peñalba López 2015. Vino blanco con Albillo, Viura, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Se notaban las notas de madera por su crianza en barrica, a levadura, floral, miel, en boca era graso y sabroso.
Muy rico ese vino. Aunque alguno decía que habría estado muy bien, si sólo se hubiera hecho con las variedades autóctonas, que era como quitarle más autenticidad al vino el emplear esas variedades foráneas.
Joaquín y Araceli lo acompañaron de unas anchoas que le hizo estra aún mejor.
Después volvimos a los tintos. Pero ya de una clase más especial, aquí sacaron la artillería los de la bodega, y en verdad que llegaba lo bueno.
La cata subía enteros, mientras que Ricardo entre hablar, mostrarse siempre muy veraz en sus comentarios, comía algo porque también había buen condumio.
Se pasó a catar lo que ellos llamaban vinos finos de Torremilanos.
- Torremilanos crianza 2014. Con 20 meses en barrica. 95% Tempranillo y el resto de Merlot.
Este vino era muy equilibrado, aromas a frutas, goloso, también muy rico en boca.
- Torremilanos Reserva 2013. Se notaba la fruta, la madera apenas se percibía porque estaba totalmentye integrada, ya había hecho su labor, y el vino era sedoso en boca.
- Torremilanos Albéniz 2013. Un tinto muy pulido, suave, elegante al máximo.
A pesar de ser del mismo año quie el anterior, las sensaciones olfativas y gustativas eran diferentes, debido a la distinta procedencia de la uva.
Como decían, era el vino que quería tomar la madre, la matriarca de la bodega.
Era el único vino del que se guardaba la tipografía antigua de la bodega.
- Torremilanos Colección 2009. Un vino clásico en todos los aspectos, con un buen color aunque ya con tonos teja. Un vino con mucha clase, rico, goloso.
Con una buena curación, ya que tenía 30 meses de permanencia en barrica.
Entre bromas, y comentarios terminamos la cata habiendo degustado algunos muy buenos vinos, y haber cenado también tan ricamente.
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