jueves, 31 de enero de 2019

Más vinos fortificados, Parte II, ... y vinos amarillos del Jura


La última cata que se ha hecho en la sede oficiosa de la Asociación de Sumilleres de Córdoba (casa Joaquín y Araceli) ha sido dirigida de nuevo J.M. Moreno y ha puesto fin a un repaso a los vinos fortificados, los vinos Marsala (Sicilia) y a otros vinos de crianza biológica elaborados en El Valle del Jura (Francia).

En particular, esta zona del Jura, por la que he pasado muy cerca, porque cuando he viajado en coche a Alemania a ver a la familia, paramos en Besançon, una preciosa ciudad patrimonio de la Humanidad, justo en la esquina del Valle del Jura, con unas colinas suaves, y en la ciudad con un montón de tienda de vinos, pero que nunca he visitado, y quizás en una próxima ocasión visite alguna, para ver de qué va. 

Esta cata ha sido sorprendente porque los vinos que tomamos se parecen a los de aquí, con sus diferencias, y que gracias a la recuperación de técnicas tradicionales están recuperando su antiguo esplendor, o al menos la gente entendida los conoce, y se venden a un buen precio.

Si se repasan notas de hace un tiempo, por ejemplo en el mundovino sobre los vinos  del Jura, en el 2003 se habla de estos vinos como rarezas y de pequeños productores, y como todo cambia, pues esos vinos y los italianos de casi otra época vuelven para ser conocidos.


La primera vez que caté un vino del Jura fue cuando estudiaba enología, allá por el 2002, y era un vino de Arbois. A todos nos sorprendió que en alguna zona de este mundo se hiciera también crianza biológica, en aquellos años en que aún no se había dado el cambio radical a estos vinos, y en que la moda de tintos, y con mucho cuerpo era lo que predominaba (hasta en Montilla-Moriles, que estaban pasándose a los tintos).

En cuanto a los vinos, los del Jura, proceden de pequeñas parcelas, y aquellos de crianza biológica (porque allí también los hay tintos, y blancos sin crianza), se elaboran con la variedad Savagnin, que es más aromática, de maduración tardía y sobre todo resistente a las enfermedades. Esto es importante, porque se trata de alcanzar un grado de madurez con suficientes azúcares, y aún a pesar de eso no se alcanzan los 15º de alcohol que por aquí se estilan.
También hay que decir, que ya hemos tenido alguna cata de vinos de Jerez, en los que la Palomino alcanza los 12,5º y además, se hace crianza biológica estática, sin escalas... justo lo mismo que pasa en los vinos del Jura.

La principal diferencia es que el velo (voilé) que se forma en las barricas no tiene el grosor que aquí, por lo que las oxidaciones están más garantizadas en esos vinos. El tiempo de crianza es 6 años y 3 meses, y al tener los vinos en la misma barrica, sin refrescar, el contenido va disminuyendo por mermas de evaporación, y se va concentrando. Solución: tienen una botella de 62 cl, de precioso diseño, llamada clavelín.

Vinos catados con crianza biológica:


- Domaine de Marnes Blanques, del Jura, con sólo 4 años de crianza biológica. Con mucha acidez, acetaldehido a tope, almendras. Era una aproximación a esto vinos.

- Le Roc de Anges (cerca de Perpignan, costa mediterránea) es un vino hecho con garnacha blanca y gris, macabeo y que ha tenido algo de velo. Menos ácido, mucho acetaldehido también. Extraño, pero más amable que el primero. A J.M. Moreno le encantó.

- Vine Jaune Marnes Blanques. Del 2011, con aroma a flor, levadura, más fino y equilibrado. Este vino tras un tiempo en copa aparecían aromas florales, curioso.

- Chateau-Chalon, del 2009. Algo más complejo que el anterior, pero me gustó más el anterior.

Y luego vinieron los vinos de Marsala, ya sí fortificados. Vinos que se pusieron en el mundo cuando en el siglo XVIII, con el descubrimiento por parte de los británicos de los vinos de Madeira, Porto, etc., un comerciante inglés pasó por la zona, y se dijo: aquí hay negocio. Los fortificó y se los llevó a su tierra. Tuvo éxito, y después fueron algunas familias italianas las que continuaron el negocio.

Hay que decir que la clasificación de estos vinos es muy particular. Por lo general, los vinos de Marsala se han hecho ex profeso para cocinar, mediante una técnica de cocido del mosto. Aunque sí existen otros vinos, de mayor calidad, ligeramente dulces, y que recuerdan a los vinos de Madeira.

Vinos catados de Marsala, ambos de la bodega Marco de Bartoli:

- Marsala Superior Oro, de 5 años y 18,5º de alcohol. Aromas a fruta seca, dulce y potente a la vez.

- Marsala Superior, de 10 años, con mucho más aroma a acetaldehido, más amargo y complejo.
Mi opinión de la cata. Que es bueno conocer otros vinos para conocer mejor los nuestros. Y que al igual que los nuestros hace falta un público entendido para que apreciar en su justa medida, porque el primer ataque en boca, con tanta acidez, sorprende.

En cuanto a la comida, como siempre muy bien. En este caso, Gertrudis se esmeró como siempre, con un rico solomillo ibérico sobre cama de cebolla y melocotón seco. También hubo caldo calentito (la noche lo pedía), bacalao dourado, flamenquín con salmón... y bizcocho con chocolate caliente para los vinos de Marsala. 

Una cata muy bien trabajada, instructiva y de la que se aprende un montón con los compañeros asistentes.













martes, 15 de enero de 2019

¿Pero cuántos vinos fortificados hay? Y muchos sin saberlo. Parte I

Para aclarar tan urgente pregunta, José María Moreno nos planteó a la Asociación de Sumilleres de Córdoba una selección de vinos a los que se añade alcohol vínico con el original, por antiguo, objetivo de mantener la estabilidad microbiológica del vino. Y oh sorpresa, los vinos mejoraban y con el tiempo se han convertido muchos de ellos en la quintaesencia de zonas vinícolas o evocaciones de tiempos pasados.
 
Porque se trata de vinos viejos, con crianzas de al menos varios años, como mínimo 3 años con la particularidad de poder aguantar y evolucionar positivamente con los años. Son vinos de poco tiro en el mercado a menos que sea un cliente interesado en ellos, porque se trata de vinos con una limitada difusión comercial actual, pero que muchos hemos querido probar para saber a qué saben esos vinos que aparecían en las novelas de época.
El caso es que nos gustaron, al menos en mi caso, y que indican que hay un mundo vinícola paralelo, donde los grados de alcohol no asustan sino que por efecto del tiempo el alcohol apenas se nota, y le da una eternidad que no tienen muchos de los vinos elaborados sin estas adiciones de alcohol.

Como resumen de la cata celebrada en casa de Joaquín y Araceli, hay que decir que pocas veces ha salido tan redonda en cuanto a vinos y combinación de platos como ésta.

José María se trajo para esta primera parte de tres zonas: olorosos de Montilla-Moriles, Oportos y Madeiras.
 
Si a los vinos blancos terminados se les añade alcohol tenemos los olorosos tras años de crianza en bota. 

Si antes de acabar la fermentación de tanto vinos blancos como tintos se añade alcohol, la fermentación se detiene quedando azúcar residual, para continuar con crianza en madera o depósito, se consiguen los Portos

Por último, si a los vinos se les calienta a 50ºC y ambiente muy húmedo, durante unos meses, para continuar con barrica en madera tendremos los Madeiras

Es curioso que estos vinos que se llevan elaborando desde el siglo XVIII eran fruto de que alguien se daba cuenta que mejoraban con el tiempo, o como en el caso de los Madeira se trataba de reproducir en tierra la paliza que se daba a los vinos que viajaban en la proa de los barcos.

Tras la explicación de cómo se han elaborado y se continuan haciendo pasamos a la cata. Y aquí debo decir que el amigo JM Moreno lo hizo francamente bien. No habló. 
Nada de si: ¿apreciais esas notas a madera, a fruta en retrogusto, a yo que sé? Mejor.
Los vinos hablaban solos y aquí el trabajo de los cocineros puso las cosas en su sitio.

Probamos Tauromaquia y Maestro Sierra como ejemplos de olorosos con 19º, ambos de unos 15 años de crianza. El Tauromaquia mucho más vivo y ácido, el otro más suave y controlado.
 
Después vinieron un Tawny y un Late Bottled Vintage (LBV) de Niepoort, ambos con 19,5º. Buenos ejemplos de oportos, siendo el LBV un tinto muy bonito, equilibrado, aromático con aromas a guindas en licor. ¿Se nota que me gustó?

Por último llegaron dos Madeiras de la bodega Barbeito, de dos variedades blancas: Boal y Sercial. Estos vinos recordaban en aromas a los olorosos, con ligero dulzor. Curiosos.

Inicialmente estos vinos son complicados de buscar el momento de meterlos en una comida, pero esa noche los cocineros se lucieron.

Nos pusieron potaje de garbanzos, unas muy ricas y suaves espinacas con bacalao y piñones, un flamenquín con lomo, cecina y mozzarela (¡qué arte el chaval que se le ocurrió!), tarrina de foie con queso azul de leche de oveja de Diego, de la quesería Plazuelo.
Y para terminar bizcocho de almendras.

Una pasada, todo bien guisado y bien hecho que hicieron que los vinos se agigantaran y fueran pasando de mano en mano, y de copa a copa.

Hubo entre los asistentes varias caras nuevas, como Erik y Tracy, y muchas conocidas.  Y continuará el asunto de más vinos fortificados.