domingo, 14 de febrero de 2016

Taberna Salinas en la Espartería (junto a la Corredera)

En una de los cruces de calles más bonitos de Córdoba se encuentra la Taberna Salinas. Baja uno por Claudio Marcelo (Calle Nueva), ve el templo romano, el cruce de calles y bajando los escalones hasta dar con Fernando de Córdoba, encontramos esta antigua taberna en la cortita calle de Tundidores y que se ha convertido en sitio de referencia de turistas y también, poco a poco dejada de lado por los de aquí. 
tomada de la web
Y es que ha pasado por varias etapas, la más conocida cuando Pepe (creo), el dueño con buen bigote te atendía a la entrada y llegabas a un lugar como se dice ahora con encanto. Con cuartos, para tertulia, más recogidos. Pero aquello se desbordó y era llegar con gente esperando en la parte de mostrador de vinos. Después el turismo y las guías, y en mi caso sin ir durante mucho tiempo.
La decoración la han cambiado y han decorado con cuadros y recuerdos de la ciudad. Y la han ampliado, con alguna nueva sala.
Todo esto ha complicado su trabajo, ya que una de las críticas más comunes, es que el servicio tarda, pero lo compensan de sobra con su atención y cortesía. Y sí que tardaron, sobre todo al principio en que venían dos camareros a preguntar qué faltaba y ninguno traía nada. Mas una vez acompasados, todos los platos llegaron raudos al igual que la bebida.

Una vez situados, la sala era suficiente de tamaño pero hubo que acompasar los hablares porque a la mínima hacíamos mucho ruido.
La carta es variada, con buenos y muy razonables precios y contando entre las sugerencias platos muy locales: naranja con bacalao, espinacas con garbanzos, garbanzos con manitas, sangre encebollada, etc. Además de los salmorejos, flamenquines, boquerones, etc, etc.

La naranja con bacalao no estaba mal, pero  apenas si tiene todo el sabor que se le puede sacar a ese plato, ¿cómo? pues añadiendo más aceite del bueno, no dejando al bacalao completamente desalado para que haga contraste con el dulzor de la naranja, y que la naranja sea más ácida, y si puede ser añadiendo un poco del zumo de la misma para que se pueda mojar. Y para rematar un poco de cebolleta fresca por encima ¿O sea me gustó?  Pues no.
La espinacas si estaban como deben ser, un guiso que casi nunca falla.

Después llegaron unos boquerones aliñados, pero poco aliño tenía, mas estaban bien fritos y ricos, y como se ve abundantes. 
Las setas si estaban en su punto con buen aliño de perejil. 

Después se remató con unas manitas. Hubo bastante risas con lo de la casquería, que si hígado no; y sangre, menos todavía. A nosotros nos gusta la sangre encebollada, pero no se pidió.
Lo que sí fueron pedidos eran dos platos de manitas. Lo dicho, si no quieres café pues dos tazas.
Y los que vetaban la casquería, pues flamenquín.
Las manitas estaban muy ricas, bien hechas con la grasa bien eliminada y quedando todo trabado para aplicar con esmero el pan para limpiar el plato.

Y el flamenquín, bueno, bien hecho con carne de calidad.

En cuanto a la bebida, empezamos por el fino que era de la casa. Ellos lo envejecen. Y aunque olía algo raro, ya que estaba bien frío, en boca se notaba mucho más un extraño olor resinoso, o barniz. Y cuando se calentó entonces se notaba más el defecto. No nos gustó, y algunos de los ocho pidieron más. Así que cambiamos de color de vino.

Pedimos entonces tinto. Trajeron una botella de Vivanco 2011. Ese vino riojano, bueno fue el de 2012 el que probamos hacía poco en Garum y estaba exquisito. ¿A qué la diferencia? En Garum el vino venía a su temperatura, y de momento mostró una gama amplia de aromas que a todos nos gustó, pero en Salinas la botella la traían muy fría. Y cuando se calentó empezó a mejorar, poco, pero casi  estaba la botella vacía.

La segunda botella pedida fue Lagunilla, con 80% tempranito y el resto garnacha. Este tinto también riojano, estaba peor que el Vivanco. También llegó muy frío, y en esta caso, era apenas aromático, la garnacha apenas se notaba... y tampoco el tempranillo: mucha madera y algo secante.

La cuenta, a 20 por persona, sin café o postre. Ellos nos obsequiaron con una copita de Pedro Ximenez, muy sabroso, negro, exquisito. El mejor vino sin dudar.


En resumen, un sitio que es agradable de estar, con encanto… aunque antes más, porque han decorado o pintado marcos de ventanas de un dudoso estilo cromático.
El personal muy profesional y agradable. Los platos en general bien hechos y a buen precio. La bebida ya es otra cosa, sobre todo cuando en otros sitios de Córdoba tratan mejor al vino. 
Es un sitio recomendable, en el que poder comer cocina local a precio razonable, pero parece haberse quedado atrás con respecto a los muchos restaurantes que hay en la ciudad.











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