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tomada de la web |
La decoración la han cambiado y han decorado con cuadros y recuerdos de la ciudad. Y la han ampliado, con alguna nueva sala.
Todo esto ha complicado su trabajo, ya que una de las críticas más comunes, es que el servicio tarda, pero lo compensan de sobra con su atención y cortesía. Y sí que tardaron, sobre todo al principio en que venían dos camareros a preguntar qué faltaba y ninguno traía nada. Mas una vez acompasados, todos los platos llegaron raudos al igual que la bebida.
Una vez situados, la sala era suficiente de tamaño pero hubo que acompasar los hablares porque a la mínima hacíamos mucho ruido.


La espinacas si estaban como deben ser, un guiso que casi nunca falla.
Después llegaron unos boquerones aliñados, pero poco aliño tenía, mas estaban bien fritos y ricos, y como se ve abundantes.

Después se remató con unas manitas. Hubo bastante risas con lo de la casquería, que si hígado no; y sangre, menos todavía. A nosotros nos gusta la sangre encebollada, pero no se pidió.
Lo que sí fueron pedidos eran dos platos de manitas. Lo dicho, si no quieres café pues dos tazas.
Y los que vetaban la casquería, pues flamenquín.

Y el flamenquín, bueno, bien hecho con carne de calidad.
En cuanto a la bebida, empezamos por el fino que era de la casa. Ellos lo envejecen. Y aunque olía algo raro, ya que estaba bien frío, en boca se notaba mucho más un extraño olor resinoso, o barniz. Y cuando se calentó entonces se notaba más el defecto. No nos gustó, y algunos de los ocho pidieron más. Así que cambiamos de color de vino.

La segunda botella pedida fue Lagunilla, con 80% tempranito y el resto garnacha. Este tinto también riojano, estaba peor que el Vivanco. También llegó muy frío, y en esta caso, era apenas aromático, la garnacha apenas se notaba... y tampoco el tempranillo: mucha madera y algo secante.
La cuenta, a 20 por persona, sin café o postre. Ellos nos obsequiaron con una copita de Pedro Ximenez, muy sabroso, negro, exquisito. El mejor vino sin dudar.

En resumen, un sitio que es agradable de estar, con encanto… aunque antes más, porque han decorado o pintado marcos de ventanas de un dudoso estilo cromático.
El personal muy profesional y agradable. Los platos en general bien hechos y a buen precio. La bebida ya es otra cosa, sobre todo cuando en otros sitios de Córdoba tratan mejor al vino.
Es un sitio recomendable, en el que poder comer cocina local a precio razonable, pero parece haberse quedado atrás con respecto a los muchos restaurantes que hay en la ciudad.
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