Ya es la cuarta vez que preparo hidromiel y empieza a gustar a algunos.
Es una bebida fermentada sobre la base de miel, la cual se diluye en agua caliente en una proporción de 1 en 5 partes. La miel tiene una densidad de 1,43 y con una concentración de azúcares entre 65 a 80%, de los cuales la fructosa es 1,4 veces superior a la glucosa. Tan sólo hay que corregir el pH y añadir sales y nutrientes, y por supuesto la levadura. La fermentación va tranquila y se puede preparar al gusto, bien seca o con algo de azúcar residual, generalmente la fructosa, ya que las levaduras prefieren fermentar antes la glucosa.
La hidromiel fue utilizada por diversas civilizaciones antiguas: griegos, romanos, celtas sajones y bárbaros, en Europa. Se dice que Julio César siempre tenía una copa de hidromiel en su tienda cuando guerreaba por las Galias. También por los mayas, en América. Por los vikingos, en Escandinavia, que fueron los que le dieron un mayor rango divino, posiblemente a que no tendrían una bebida alcohólica más a mano. Se supone que su elaboración es más antigua que la cerveza.
Las veces que la he preparado, la descripción de cata sería la de una bebida parecida a la sidra, aromas frutales a manzana, con un toque de miel y cera. Ligera, suave y esta vez, dulce. Aún tengo hidromiel preparada hace seis años y aún está bebible, con su buena crianza de lías en botella. Pero este año, tanto a los alumnos como a los compañeros les ha gustado, y no es que estuviera mejor, simplemente creo que los gustos están cambiado. Aunque no falla, a quien no le gusta el vino le gusta la hidromiel.
Ahora queda hacer vinagre de hidromiel que sí es siempre valorado positivamente por quien lo prueba, por ese dulzor natural. Ya os contaré cuando esté terminado.
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