Por Raúl Márquez, Profesor de Hostelería en el IES Gran Capitán de Córdoba.
SI LA CATA DEL VINO HABLARA...
Un año más la cata del vino ha cerrado sus puertas. A lo largo de estos días todos habremos podido leer y escuchar comentarios de todos los tipos y para todos los gustos tanto en prensa, como en redes sociales y, cómo no, entre nuestros grupos de amigos.
La calma que ha dejado tras de sí la tempestad desatada estos días en torno al recinto donde se celebraba, sin duda invita a la reflexión por parte de todos los que amamos el vino y lo que hay detrás de él, y a mi me ha dado por pensar qué pasaría si la cata del vino hablara.
¿Qué nos contaría?, ¿Estará triste, feliz?, ¿Volverá su letargo sintiéndose orgullosa, o tal vez decepcionada?
Aquí os dejo mi opinión al respecto:
Si la Cata del Vino hablara, nos contaría sus orígenes, su procedencia de familia humilde que mora en una tierra bendecida por el sol, encumbrada en un pasado gracias al sudor de sus habitantes y castigada con los años por la evolución de un mercado vinícola esnobista y desalmado, mercenario del gusto de unos pocos y verdugo de la tradición, el origen y la personalidad.
Si la Cata del Vino hablara, se mostraría orgullosa de que a sus 34 años su embriagador perfume ya forme parte de la primavera cordobesa, entremezclando la complejidad de sus notas con el olor a azahar, incienso y otras flores que riega nuestra ciudad por estas fechas.
Si la Cata del Vino hablara, nos haría entender que al igual que nosotros tiene un pasado, un presente y un futuro, y que su evolución no es solo fruto de sus decisiones sino también del medio y el mundo que la rodea.
Si la Cata del Vino hablara, nos enumeraría con satisfacción la calidad y variedad del conjunto de actividades que, destinadas a profesionales y a todo aquel que tenga interés por conocer más a cerca de sus vinos, han rodeado a todo el evento.
Si la Cata del Vino hablara, proclamaría a los cuatro vientos la labor de promoción exterior que hace, no sólo de sus vinos sino de la ciudad y la provincia que la vió nacer y la acoge entre sus manos año tras año.
Si la Cata del Vino hablara, tal vez le preguntaría a los sumilleres, estudiantes de hostelería y restauradores que ha comenzado a homenajear desde hace poco, cómo se sienten tras recibir esos galardones, fruto de su buen hacer.
Si la Cata del Vino hablara, defendería sin dudarlo a aquellos bodegueros y restauradores que durante unos días salen de sus casas y colaboran con el evento, de los que solemos olvidar que además de difundir, tienen que vender, como lo hace cualquier empresa.
Si la Cata del Vino hablara, recalcaría su accesibilidad por precio, por ubicación y por todo, acercando el mundo del vino a oriundos y foráneos, llegando incluso como novedad este año a facilitar el transporte a la gente de su tierra y teniendo establecido un módico precio de acceso del que más de la mitad lo vale la copa que nos entregan si quisiéramos adquirirla en una tienda.
Si la Cata del Vino hablara, nos mostraría lo positivo de su existencia, el aumento de sus cifras año tras año y cómo eso repercute en nuestro entorno.
Si la Cata del Vino hablara, no tendría pudor en hacerlo sobre sus imperfecciones, porque estás son síntoma de su humanidad, al igual que nos mostraría con ímpetu sus ansias de mejora.
Si la Cata del Vino hablara, se le ensombrecería el rostro si le nombráramos a aquellos jóvenes, que a veces no lo son tanto, que acceden al recinto con el único propósito de emborracharse y "posturear"; pero no es su culpa sino la nuestra, no son sus hijos sino los nuestros, víctimas de una sociedad que no es capaz de enseñarles a divertirse de otro modo.
Si la Cata del Vino hablara, se le partiría el alma al reproducir algunos de los comentarios que gratuitamente se vierten sobre ella, máxime, cuando sólo pone corazón y buena voluntad en lo que hace, y, en ocasiones olvidamos que lo que hace, también lo hace por nosotros.
Si la Cata del Vino hablara, agradecería sinceramente su labor al gerente de la D.O. D.
Enrique Garrido, a todo su equipo y al resto de participantes que, con más corazón qué medios, se han esforzado una vez más para que todo fuera posible.
Si la Cata del Vino hablara, alzaría su copa y dedicaría un brindis a todos aquellos visitantes que han cruzado sus puertas a lo largo de sus 34 años de vida.
Y es que si la Cata del Vino hablara, hablaría de esto y mucho más.
Pero la Cata del Vino no habla, solo escucha, y nunca podrá decirnos que ella y nosotros somos uno, que somos familia y que en la familia los trapos sucios se lavan en casa. Que es hija de todos nosotros, y que a los hijos se les quiere por encima de todas las cosas, se les susurra con cariño los defectos para ayudarles a mejorar y se gritan a los cuatro vientos sus virtudes para generales confianza.
Dicho esto, cierro mis pensamientos con una dedicatoria...
Para los que habéis disfrutado sin más de la Cata del Vino, mi enhorabuena.
Para los que anteponéis siempre lo malo a lo bueno, ojalá un día encontréis un buen vino que os nuble los sentidos y os enseñe el lado amable de la vida.
Para los miembros de la Asociación de Sumilleres de Córdoba, a la cual tengo el orgullo y el privilegio de pertenecer, agradecer el apoyo que se le presta a este y otros múltiples eventos relacionados con el mundo vitivinícola.
Para Córdoba, ciudad de acogida que siento como mía y que ha visto nacer a mi mujer y mis dos hijos, mi apoyo incondicional. Nuestros vinos no se hicieron en un día y su reconocimiento no se fraguó de la noche a la mañana. El tuyo tampoco lo hará, pero digan lo que digan, ya está dando frutos.
Salud y buen vino.
Hagamos patria juntos.